Pederastía clerical en Irlanda y Alemania
Carlos Martínez García*
Los abusos sexuales no fueron actos aislados, tuvieron un entramado que los facilitaron y ocultaron. Tanto en Irlanda como en Alemania, recientemente se han hecho públicos documentos que muestran el desamparo de las víctimas de abusos sexuales cometidos en su contra por clérigos católicos.
Carlos Martínez García*
Las palabras de Zollitsch tuvieron como contexto la misa oficiada por la reunión semestral de la Conferencia Episcopal, en la catedral de Friburgo. El prelado, de manera directa, se refirió a la realidad que antes había sido negada: "Hemos escuchado en los últimos días y semanas el eco apagado de faltas que datan de hace décadas. La confianza fue violada y destruida de manera atroz. Estamos conmocionados por el comportamiento de representantes de la Iglesia y educadores. Sufrimos con las víctimas, a las que les pedimos perdón".
El común denominador del apabullante número de casos de curas que atacaron sexualmente a integrantes de su grey es que rebasa con mucho la idea defendida por cúpulas clericales, nacionales y de Roma, de que solamente han sido partícipes de los ataques unas cuantas ovejas sacerdotales descarriadas. No ha sido así: el número que inició con unos cuantos casos se fue incrementando en la medida que los depredadores recibieron protección de sus superiores eclesiásticos. Cuando por distintas circunstancias las denuncias llegaron a manos de las autoridades gubernamentales, éstas se negaron a investigar los casos y otorgaron, de facto, fueros e impunidad a los sacerdotes en razón de la respetabilidad de su cargo. Se sospechaba de las razones de los atacados, pero no de los integrantes de una institución poderosa y de considerable capital simbólico.
En Irlanda y Alemania ha sido la participación de la sociedad, su exigencia para que todas las instituciones rindan cuentas, la que finalmente se impuso a la opacidad, a la renuencia a ser evaluada desde afuera, por parte de la Iglesia católica. Ante la ola de indignación social, la decisión de ya no cerrar los ojos frente a una realidad ocultada por décadas, tanto el alto clero irlandés y el gobierno del país, así como la cabeza del episcopado alemán, se vieron obligados a tener que reconocer el papel que jugaron en el escalamiento de los casos de abusos clericales. Los delitos sí fueron perpetrados, no se trató, como reiteradamente soste-nían los altos funcionarios de la Iglesia católica, de ataques gratuitos de sus fúricos adversarios que sólo buscaban desprestigiar a la institución.
*Columnista de La Jornada de México