Reflexiones. – LA SOLEDAD
Los que la combaten viven organizando fiestas, reuniones, cenas en sus casas, se desviven y hacen hasta falsas maniobras para agradar a otros con el objeto de alejarla. Pero existen quienes la cultivan, los que la necesitan para hacer su vida y lograr sus metas: como los escritores, los pensadores, los científicos, los artistas, etc.
En general nuestro medio social acentúa de manera importante el ser aceptado. Es nuestra marca de prestigio. Tenemos que probar que somos un “éxito social”, para después ser invitados en todas las ocasiones y no estar nunca solos. Si uno es agradable –es la idea– rara vez se verá aislado; en resumen: no fascinar es haber perdido en la carrera.
Antes el principal criterio de prestigio era el económico, ahora con la simpatía se obtendrá por añadidura el triunfo y la fama.
Frente a la soledad siempre ha habido posiciones encontradas. Lo habitual es que la asociemos con pesar y melancolía, con la ausencia, alejamiento, muerte, perdida de una persona o un ser querido. Tenemos miedo de estar solos o de experimentar un sentimiento de desamparo porque no nos bastamos a nosotros mismos.
Muchas personas sienten que su fuente de alegría, no mana de ellos sino de otros y se sienten perdidos cuando están solos. Quien no tiene recursos internos evita la soledad. Para muchos se ha convertido en una obsesion. Se critica a los que manifiestan su deseo de estar apartados. Se considera al individuo que va a un concierto, al cine, a una reunión o la playa solo y prefiere su única compañía como un ser “raro”.
Si alguien menciona en una reunión social que le gusta estar solo, no para descansar o como escape, sino por satisfacción propia, los demás pueden pensar que algo no anda del todo bien en él y lo rodea con un aura de misterio. Y si esta persona permanece alejada gran cantidad de tiempo la masa tiende a pensar que es una falla propia, porque le resulta inconcebible que alguien pueda elegir estar sin compañía.
Este miedo viene de la necesidad de ser aceptado. A muchas personas les gustaría decir “no”. Declinar las invitaciones en el medio donde uno suele moverse significa, tarde o temprano, dejar de ser convidado. La posibilidad de quedar marginado produce un miedo paralizante. Porque es en el silencio donde nuestras deficiencias se ponen mas claramente de manifiesto y es en nuestro retiro donde quedamos frente a frente con nosotros mismos.
La persona que se hace cargo de sí misma no requiere de muletas porque no le teme a la soledad. Le es necesario el estar apartada, porque esto proporciona tiempo para meditar, restaurar energías, fantasear y explorar nuestras posibilidades internas. Como en muchas otras cosas, lo que cuenta es nuestra actitud respecto a la soledad. Podemos adoptar un aire positivo reconociéndola como una experiencia esencial para todo ser humano y empleándola creativamente como una nueva fuente para descubrir nuestro centro y foco de vida.
Durante los periodos de recogimientos es cuando estamos profundamente en contacto con nuestra íntima naturaleza, lo que significa una oportunidad para conocerse a uno mismo y hacer pleno uso de nuestros recursos individuales para analizar la calidad de nuestra unión con los demás. En términos generales, todos necesitamos espacio. Hay momentos y épocas en los cuales es necesario estar solo.
Empero, hay quienes viven la soledad como un martirio, con tristeza o como mengua, y no como una forma de disfrutar las experiencias de la vida, como posibilidad de encuentro en un entorno favorable para la reflexión, como riqueza personal de buscar y encontrar ese ser que hay dentro de cada uno de nosotros.
Para realmente superar la soledad, debemos desarrollar nuestros propios recursos internos, fortalecer él ánimo y el sentido de orientación, además de utilizar todo ello como base para una relación con los demás plena de significado. Es importante desarrollar en los niños sensibilidad hacia la lectura, los valores estéticos y la creatividad, para que ellos puedan sentirse acompañados cuando deseen estar alejados de su grupo familiar y amigos.
Sin lugar a dudas, el ser humano de todas las épocas ha tenido miedo a la soledad, y ha tratado de escapar a ella. Pascal observó en el siglo diecisiete los grandes esfuerzos que los hombres hacían para divertirse y considero que la finalidad de esta abundancia festiva era darle ocasión a las personas para evitar pensar en sí mismas. La diferencia que presenta nuestra vida contemporánea con otros tiempos es que el miedo a la soledad está más extendido y las defensas contra él son más compulsivas.
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* Periodista.