Renán Fuentealba: Homenaje a la decencia
Cuando la corrupción y la indecencia se adueñan de las instituciones, como hoy sucede en Chile, se impone proclamar la honestidad como valor fundamental de la política. Las diferencias políticas no son un muro insalvable en el diálogo entre firmes convicciones ideológicas. Por ejemplo entre socialismo y cristianismo. Ambas doctrinas persiguen la justicia social y la historia ha ido limando los dogmas en ambos lados.
Esa posibilidad de encuentro se daba con Renán Fuentealba Moena, ex presidente de la Democracia Cristiana, que el 1 de octubre falleció a los 104 años. Hombres –y mujeres- como Fuentealba merecen el reconocimiento de un pueblo hastiado de una política hermana siamesa de los negocios.
Renán Fuentealba perteneció a la Juventud Conservadora que en 1938 dio origen a la Falange Nacional. Era un partido pequeño -hacía sus mítines en el Teatro Miraflores para unos 300 espectadores- pero dotado de sólidos ideales que emanaban de las encíclicas sociales. Fuentealba y sus camaradas –Frei, Leighton, Gumucio, Tomic, Palma, etc.-, condujeron la Falange hasta su fusión en 1957 con los partidos Social Cristiano, Nacional Cristiano y sectores del partido Agrario Laborista, todos conservadores, nacionalistas y pro capitalistas.
Esta fue la cuna del Partido Demócrata Cristiano, cuyos herederos se distinguen unos de otros hasta hoy. En ese proceso la Falange perdió su virginidad ideológica y política. El PDC llegó al gobierno en 1964 prometiendo una “revolución en libertad”. Pero dos masacres –en la mina El Salvador y Pampa Irigoin en Puerto Montt- regaron de sangre obrera su camino. No obstante, en 1970 su candidato presidencial, Radomiro Tomic, enarboló el “socialismo comunitario” como norte del partido, de algún modo recogía el legado falangista. El tiempo social y político se crispó con furia en los 70.
La lucha de clases reclamó su lugar protagónico. La derecha fascista asesinó al comandante en jefe del Ejército, René Schneider, militar constitucionalista respetuoso de la mayoría democrática. El PDC se resquebrajó. Rafael Agustín Gumucio Vives, ex presidente de la Falange Nacional y del PDC, uno de los dirigentes más respetados del partido, eligió –como en su juventud- la rebeldía de los jóvenes que fundaron el MAPU y la Izquierda Cristiana. El liderazgo de Gumucio representaba la evolución del ideario social cristiano.
Era hijo del presidente del Partido Conservador, Rafael Agustín Gumucio Vergara, intransigente opositor a la dictadura de Carlos Ibáñez (1917-1931).
De esa matriz ideológico-política provenía Renán Fuentealba. Presidió un PDC que poco tenía de la antigua Falange Nacional. El partido era más poderoso pero había perdido sus bríos doctrinarios. La influencia de la oligarquía y de los circuitos financieros alemanes, italianos y norteamericanos, desgastaron los cimientos éticos del falangismo. Así nació la Confederación de la Democracia (CODE) una yunta del PDC y del Partido Nacional de extrema derecha. En mayo del 73 Patricio Aylwin asumió la presidencia del PDC y enfiló resueltamente hacia el golpe de estado.
Renán Fuentealba fue opositor a esa línea. La dupla Frei (en el Senado) y Aylwin (en el PDC), viabilizó la traición vergonzosa de las Fuerzas Armadas.
Renán Fuentealba sobrevivirá a la accidentada historia de la democracia en Chile. Tuvo el coraje de oponerse a los trajines golpistas de sus antiguos camaradas Frei, Aylwin, etc., y en septiembre de 1973 –con otros 12 demócratas cristianos- condenó el golpe militar. Vale la pena recordar los nombres de los que firmaron esa declaración: Bernardo Leighton –el promotor-, Renán Fuentealba, Ignacio Palma, Sergio Saavedra, Claudio Huepe, Andrés Aylwin, Mariano Ruiz-Esquide, Jorge Cash, Jorge Donoso, Belisario Velasco, Ignacio Balbontín, Florencio Ceballos y Fernando Sanhueza. Todos antiguos falangistas.
Algunos firmantes pagaron con cárcel y exilio su osadía. Renán Fuentealba fue expulsado del país y acogido en Venezuela, donde promovió el retorno del PDC a sus orígenes democráticos. Bernardo Leighton sufrió con su esposa, Anita Fresno, un atentado terrorista en Roma digitado por la DINA.
Conocí a muchos demócratas cristianos, incluso en los años de la Resistencia. Fui amigo de Leighton y Andrés Aylwin, valiente defensor de los derechos humanos. Creo que la senadora Yasna Provoste Campillay pertenece a ese linaje moral y político de la Falange. ¿Qué impide entonces que el bloque de partidos que apoya su candidatura presidencial suscriba un pacto con la coalición que levanta la candidatura de Gabriel Boric y conformar así una sola voluntad democrática en la segunda vuelta? La prioridad democrática es derrotar a la derecha fascista y corrupta. Hay que elegir un gobierno de transición que garantice el éxito de la Convención Constitucional.
Boric y Provoste por separado corren el riesgo de perder. En en tal caso el perdedor definitivo serían la democracia y las libertades públicas posibles de alcanzar en el nuevo Estado que dará a luz la Convención Constitucional.