El 20 de enero del 2025 Donald Trump emitió una orden ejecutiva declarando que existen sólo dos géneros: Hombre y Mujer. Y el primero de marzo del 2024 el Papa, durante la conferencia internacional “Hombre-Mujer: Imagen de Dios”, expresó que la “ideología de género” es una amenaza porque busca borrar la diferencia entre los sexos, una ideología fea y diabólica que pone en peligro a la humanidad. Lo triste es que sus expresiones lo colocan en la compañía de la ultraderecha internacional, que es autoritaria y antidemocrática, que se niega a reconocer que el género es más complejo y fluido que las categorías binarias de hombre y mujer.
Los fanáticos religiosos, tanto cristianos como musulmanes, al igual que los ortodoxos judíos, históricamente han utilizado la homofobia para asustar y dividir a la gente y movilizar el apoyo y los votos populares. El proyecto actual es revertir la legislación progresista y restaurar el mundo a una época anterior al “género”, a un orden patriarcal histórico y natural en donde la identidad sexual nunca cambia y que sólo un Estado fuerte puede restaurar. Es la defensa, dicen, no sólo de los valores familiares, sino de los valores y la vida misma.
¡Que ironía!… ¿Cómo una cierta forma de sadismo compartido puede pasar por un orden virtuoso? ¿Un orden que le niega el derecho a la expresión a un grupo minoritario y oprimido?
Las afirmaciones en contra de la teoría de género difieren según el contexto de su enunciación, pero ciertos motivos son reconocibles en todas las regiones, especialmente si consideramos la colaboración de las iglesias evangélicas de derecha y el poder político del Vaticano en Estados Unidos, América del Sur, Europa del Este y el Norte de África, desde donde surgen numerosas publicaciones y apoyo público. En 2016 el Papa Francisco, a pesar de su progresismo ocasional, continuó la línea desarrollada por el Papa Benedicto e hizo sonar una alarma aún más fuerte: “Estamos experimentando el momento de la aniquilación del hombre como imagen de Dios”, dijo.

Y luego agregó que el condicionamiento biológico del ser humano consiste en atributos biológicos que se definen por su inmutabilidad. Si las personas son libres de constituirse como quieran, destruirán su esencia. Y de ahí en adelante ha ido más allá al decir que los defensores del género son como aquellos que apoyan o despliegan armas nucleares contra la creación misma. Una analogía que sugiere que sea cual sea el género, éste contiene un enorme poder destructivo en las mentes de quienes se oponen a él. De hecho, una destructividad insondable y aterradora, una fuerza demoníaca de aniquilación enfrentada a los poderes creativos de Dios. Si alguien se aparta del sexo, que ha sido divinamente creado para él o ella, está robando y destruyendo las facultades creativas que pertenecen únicamente a Dios. Por supuesto no todos los católicos u organizaciones católicas concuerdan con este punto de vista.
Uno de los momentos más poderosos de influencia antigénero, son las elecciones nacionales. En los últimos años el género se ha convertido en un factor importante en las elecciones de Brasil, Costa Rica, Colombia, Francia, Suiza, el Reino Unido, Escocia, Ecuador y Alemania y tema central en Hungría. Y en España la campaña en contra de la ideología de genero pasó a ser parte central de la plataforma del partido ultraderechista Vox. En 2015 Vladimir Putin identificó el género como una construcción ideológica del Occidente argumentando -en la “Estrategia de Seguridad Nacional” de ese año- que la oposición de género es necesaria para preservar la identidad espiritual y la unidad de la nación rusa.
A comienzos de abril del 2023 el presidente de Uganda Yoweri Museveni pidió a los líderes africanos que rechazaran la promoción de la homosexualidad porque es una gran amenaza y peligro para la procreación humana. El presidente de Kenia, William Ruto, declaró al mismo tiempo que “nuestra cultura y religión no permiten los matrimonios entre personas del mismo sexo”. En Ghana las relaciones entre personas del mismo sexo están castigadas con tres años de cárcel. Y en Uganda la ley del 2014 castiga la intimidad sexual entre dos personas del mismo género con penas que incluyen hasta cadena perpetua.
La verdad es que, si consideramos todo esto, no existe una dirección de influencia histórica o global única. Por supuesto que los evangélicos estadounidenses tienen una enorme influencia en el extranjero, pero también la tiene el Vaticano, la ortodoxia rusa, diversas formaciones cristianas en Asia oriental y África y la versión del presidente turco Erdogan de la política familiar islámica, como también el nacionalismo hindú de Narendra Modi.
Pero la cosa es que no importa cuan intensamente estas fuerzas autoritarias intenten restringir las libertades: el hecho innegable es que las categorías de mujer, hombre y familia cambian histórica y contextualmente y son mas fluidas de lo que pudiera pensarse. Las nuevas formaciones de género son, guste o no, parte de la historia y la realidad. Ignorarlas o tratar de prohibirlas es un esfuerzo inútil para negar una complejidad viva que ciertamente no desaparecerá. Y es justamente aquí donde curiosamente el Papa Francisco invoca la retórica marxista de la ideología para defender su caso en contra de las familias monoparentales y mixtas, las familias o individuos que hacen uso de tecnologías reproductivas y el derecho al aborto y el matrimonio gay y lésbico.
La familia, dice, es un hecho antropológico, social y cultural. No podemos calificarla con conceptos ideológicos que son convincentes sólo en un momento de la historia y luego desaparecen. Hoy no se puede hablar de familia conservadora ni de familia progresista. La familia es la familia. Si el matrimonio heterosexual es la única forma de sexualidad, entonces el matrimonio entre lesbianas y homosexuales se convierte en el equivalente de pedófilo. Ni importa que no haya evidencia de ello en el movimiento homosexual y, en los hechos, es la iglesia católica la que está en riesgo de quiebra moral después de pagar millones de dólares en reparación por el abuso sexual perpetrado a más de 330 mil niños por sacerdotes durante décadas y décadas.

El esfuerzo por anular cualquier calificación sobre la familia, dice Judith Butler, tiene como objetivo mantener la familia en una forma única y aceptable. Cualquier esfuerzo de reconfigurar la familia o avanzar hacia ideas de arreglo de parentesco no identificado como familia se descarta como ideológico. Pero, lo obvio es que la práctica de descartar posibilidades alternativas de parentesco es seguramente una medida ideológica, en el peor sentido del término. La forma de argumentar es simplemente afirmar la identidad propia de la familia, una medida tautológica que busca negar toda variación cultural e histórica…
“La familia es la familia” busca afirmar lo obvio, pero en el fondo es una forma de cerrar posibilidades alternativas ya actualizadas en el mundo. La estrategia del Vaticano para desacreditar la teoría del género como una falsa ideología tiene como fin avanzar su propia doctrina como la única verdad autorizada. La historia va más o menos así: si Dios creó al hombre y a la mujer, si el ser humano viene sólo en estas dos formas y si Dios creó la reproducción sexual sin asistencia como el único medio por el cual los humanos pueden nacer en el mundo, entonces las enseñanzas que siguen son claras.
Los seguidores deben oponerse al aborto y la anticoncepción, al sexo gay y lésbico, al matrimonio homosexual y a la identidad transgénica que cuestionan la antropología aristotélica-tomista que postula la idea del “hombre” como universal e inmutable. Al adoptar estas posiciones, el Vaticano se coloca claramente en contra de las investigaciones científicas y limita lo que puede considerarse “verdad”. Según comenta Judith Butler, la visión más extrema de este tipo de pensamiento en Estados Unidos es la de que los niños que aprenden la palabra “gay” se volverán homosexuales, como si mágicamente la palabra diera lugar a la práctica sexual. De ahí que la única manera de evitarlo es mantenerla en el ámbito de lo impensable. Estar expuesto a la teoría de la sexualidad gay o lesbiana es convertirse en gay o lesbiana. Algo así como estar expuesto a la teoría de la infección viral equivale a adquirir la infección.
Género y sexo no son la misma cosa. Género es como sentimos que somos y vivimos como cuerpos en el mundo en relación con las cualidades masculinas, femeninas y otras. El sexo, en cambio, es la clasificación asignada al nacer en función de características observables. La identidad de género puede correlacionarse con el sexo asignado a una persona o puede diferir de él. En la mayoría de individuos los determinantes biológicos del sexo son consistentes con la identidad de género del sujeto. Pero no siempre es así. Una persona puede expresar comportamientos, actitudes y apariencias que no reflejan necesariamente su sexo biológico. Y algunas de esas personas son transgénicas, no binarias o queer.

Según la Sociedad Endocrina no parece haber fuerzas externas que realmente hagan que las personas cambien su identidad de género. En todo caso la discusión continúa abierta. La identidad de género, a diferencia de muchas otras cosas, ¿es algo que libremente se elije o algo que se construye, como la ideología política o la decisión de ser vegetariano o no, por ejemplo? Según los esencialistas la identidad de género está determinada al nacer por factores biológicos y genéticos, en tanto que los constructivistas sociales sostienen que la identidad de género y la forma en que se expresa se construye socialmente.
En todo caso, cualquiera que sea la causa, el hecho es que la variedad homosexual ha existido a través de toda la historia humana, entre el 5 y 8 por ciento aproximadamente del total, y nunca han puesto en peligro a la humanidad, la civilización, la masculinidad, la familia o la heterosexualidad. Por el contrario, en cada civilización muchos de ellos han contribuido a enriquecer la cultura gracias a sus sensibilidades estéticas y habilidades creativas como lo evidencian la “Edad de Oro” en la Grecia clásica y el Renacimiento italiano que tuvieron muchos contribuyentes homosexuales. Sin su presencia la cultura sería menos suntuosa.
Para cualquier mente progresista, libre de fundamentalismos dogmáticos, un principio elemental es el de afirmar cómo se ama y cómo se vive en el propio cuerpo. Como dice Butler, es el derecho a existir sin miedo a la violencia ni a la discriminación, a respirar, a moverse, en buenas cuentas, a vivir… ¿Por qué no querríamos que todas las personas tuvieran esas libertades fundamentales?
* Profesores de Filosofía chilenos graduados en la Universidad de Chile. Residen en Ottawa, Canadá, desde el 1975. Nieves estuvo 12 meses presa en uno de los campos de concentración durante la dictadura de Augusto Pinochet. Han publicado seis libros de ensayos y poesía. Colaboran con surysur.net y el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)