Tecno-ciencia: Curiosity y Little Boy

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El ingenio humano ha logrado posar en el planeta Marte un sofisticado vehículo de exploración bautizado con el nombre de Curiosity, provisto de la más avanzada tecnología aero-espacial y de computación.
Una proeza de la tecno ciencia espacial que allana el camino para que un día una tripulación humana pise el desértico y rojizo paisaje marciano. | ÁLVARO CUADRA.*

 

Este mismo día, irónicamente, la humanidad recuerda la primera explosión atómica ocurrida hace sesenta y siete años sobre una ciudad habitada, Hiroshima, con más de cien mil muertos y otros cientos de miles de víctimas de la radiación: La bomba se llamaba Little Boy.

 

El desarrollo tecno-científico alcanzado durante siglos ha entrado en una etapa de aceleración sin precedentes y nos instala ante una serie de interrogantes que merecen nuestra reflexión. La historia nos enseña que el saber puede ser usado para promover la vida, la paz y el conocimiento, pero también, y es lo usual, puede servir para desatar la guerra, la destrucción, la codicia y la muerte.

 

La convergencia entre el conocimiento científico y su instrumentalización por la industria -—civil o militar— marca el nacimiento de un saber “performativo” o tecno-ciencia, donde toda investigación no puede ser sino investigación y desarrollo al servicio de intereses económicos o políticos de gobiernos y grandes corporaciones.

 

Las inteligencias más esclarecidas del presente nos advierten sobre los peligros que acechan en este camino de supuesto “progreso” sin límites éticos, cuyo horizonte último es la “catástrofe”. Ha llegado la hora, quizás, de reemplazar la I+D (Investigación y Desarrollo) por una I+R (Investigación y Reflexión), entendiendo que el uso del conocimiento es, ante todo, un gesto ético y, en el límite, un acto político. Si bien los experimentos se realizan en remotos y complejos laboratorios del mundo desarrollado, lo cierto es que todo aquello tiene consecuencias para millones de seres y concierne a la humanidad en su conjunto.

 

Curiosity, literalmente “curiosidad”, nos volverá a mostrar la desolación y la soledad de un planeta polvoriento y rocoso donde, acaso, alguna vez hubo océanos y vida. Montañas, dunas de polvo, guijarros dispersos bajo un cielo de otro mundo con dos lunas. Como en una película de ciencia-ficción, asistimos atónitos a la travesía por un planeta sin humanos. Al igual que en Hiroshima, donde sólo las cenizas minerales quedaron dispersas sobre un suelo cristalizado por la explosión.

 

Con una gran diferencia, entre los sobrevivientes un niño con el dorso quemado lanzando un débil gemido, llamando a su madre y rogando por un poco de agua: little boy, literalmente pequeño niño.
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* Semiólogo-
Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. Universidad de Artes y Ciencias (ARCIS), Chile.

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