The Matrix, la ilusión de la realidad

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¿Es la realidad en la que todos creemos vivir ilusoria, solo sombras en la muralla, o es «realmente» real? Para cualquier mentalidad practica, digamos una con auténtico sentido común, este tipo de cuestiones es totalmente ociosa. Ciertamente que vivimos en un mundo donde jugamos, estudiamos, trabajamos, amamos, comemos, leemos, escribimos sonetos, pasamos hambre, nos matamos  y  jubilamos. No faltaba más.| NIEVES Y MIRO FUENZALIDA.* 

 

Y es ciertamente en este mundo que Thomas Anderson, alias Neo, también  creía firmemente…  hasta el momento en que Morpheus lo guió al corazón de The Matrix.

 

Los hermanos Wachowski crearon la película The Matrix movidos por las «grandes preguntas». Esas que nos obligan a despertar:
¿Qué es la verdad?
¿Qué debería hacer?
¿Qué hay fuera de mi mente?
¿Qué sentido tiene vivir?
¿Somos libres?

 

Si la filosofía se encontrara sólo en esos viejos libros con una larga historia o únicamente en las salas de la academia su relevancia seria bien escasa. Afortunadamente este no es el caso. Sócrates la buscaba en las calles de Atenas. Hoy la podemos  buscar, también, en  las calles del  mercado y en la cultura popular.

 

Trinity le dice a Neo… La pregunta es la que nos mueve y la pregunta es ¿qué es la matriz? Un día Neo es liberado de la matriz a la que estaba atado por cables negros que estimulaban en su cerebro las sombras ilusorias de su vida. Morpheus le devela que el nació en una prisión para la mente. Y la prisión para la mente, especialmente para la mente que no se da cuenta que está en una prisión de la que no siente la necesidad de escapar, es peor que la prisión del cuerpo.

 

Los prisioneros en la caverna platónica han estado encadenados desde su nacimiento y no tienen otra concepción de la vida, como tampoco conciencia de ser prisioneros. Sombras de todo tipo de objetos proyectados por una fogata aparecen en la muralla que ellos toman por la verdadera realidad.

 

Supongamos, dice Platón en La República, que uno de ellos se libera y camina hacia afuera con la mirada puesta en la luz que golpea dolorosamente sus ojos. ¿Cómo reaccionaría si alguien le dice que lo que el veía en la caverna eran sólo ilusiones sin sentido y que solo ahora, estando mas cerca de la realidad, frente a objetos reales, empieza a adquirir una visión más verdadera de las cosas? ¿No quedaría perplejo? ¿Y si volviera a la caverna… alguien le creería?

 

Neo no quiere aceptar que lo que ahora ve es real y que previamente había estado viviendo un sueño. Que la confortable realidad en la que vivía era un engaño deliberado producido en su cerebro por un sistema de computadoras inteligentes que crecen, cultivan y cosechan seres humanos como una fuente renovable de energía.  

 

La gran mayoría de la gente no está lista para ser desenchufada, le dice Morpheus. La ignorancia es felicidad. 

 

Neo pregunta ¿por qué mis ojos me duelen? Porque antes nunca los usaste, responde Morpheus.

 

Durante toda la película Neo sufre un verdadero calvario en su camino a la verdad. Si el proceso de aprendizaje es duro y amargo, como dice Aristóteles, ¿por qué nos embarcamos en él? Porque, como Morpheus le dice a Neo, a uno no se le puede decir lo que la Matriz es. Uno tiene que verla por sí mismo. Cuando se le ofrece, Neo rehúsa la pastilla azul y elige la roja que representa la vía del conocimiento.  

 

¿Estamos nosotros cogidos en algún tipo de matriz como en la película? ¿Es ésta una pura fantasía gratuita? En The Matrix and Philosophy, editado por William Irwin, los autores discuten la hipótesis de que el mundo que vemos a diario pueda ser, después de todo, una mera ilusión.

 

Por supuesto no es una creencia nueva. El escepticismo que afirma que nosotros no podemos conocer con certitud si el mundo exterior existe o no tiene una larguísima tradición y es una posición bastante atractiva entre adolescentes y cierto grupo de filósofos que encuentran la hipótesis valiosa en la exploración de cuestiones fundamentales acerca del conocimiento y la realidad. El obispo Berkeley, por ejemplo, negaba que las cosas tuvieran existencia propia.

 

No son las cosas materiales, decía, las causas de nuestras percepciones. El árbol como objeto percibido obviamente existe, pero no como objeto físico, sino mental. Quien dirige el programa, en última instancia, dice Berkeley, es Dios, porque Él es el que produce el espectáculo mental. Pero el más influyente entre ellos ha sido Descartes. Su intención de suspender toda creencia, de ejercer una duda radical acerca de todo conocimiento sirve al estricto propósito intelectual de buscar una creencia absolutamente cierta.

 

Las primeras creencias que Descartes tira por la borda son las basadas en las sensaciones porque éstas constantemente nos engañan. Los abogados lo saben muy bien. Si diez testigos presencian un accidente sus diez descripciones serán diferentes. ¿Cómo sabemos cuál es la verdadera? No lo sabemos.

 

Afortunadamente hay muchas otras creencias en que la duda es imposible. ¿Cómo podría dudar, diría hoy día Descartes, de que en este momento estoy leyendote a la comp este texto frenutadora? Solo un loco lo haría. Descartes, sin embargo, encuentra una razón para dudar de que realmente esté leyendo esto.

 

En el pasado, dice, he sido engañado por mis sueños. ¿Qué tal si en estos momentos estoy soñando esta escena? Lo que soñamos se nos aparece como una experiencia real. ¿Cierto? Entonces… ¿cómo distinguimos una experiencia onírica de una real? Desde que no hay un signo seguro que permita distinguir si estamos durmiendo o despiertos no podemos determinar con absoluta seguridad la diferencia entre uno y otro estado. La certitud en esta cuestión es, por tanto, racionalmente injustificada.

 

Morpheus le pregunta a Neo: ¿Has tenido un sueño  del que estabas absolutamente seguro que era real? Imagina que eres incapaz de despertar. ¿Cómo, entonces, tú podrías diferenciar entre el mundo del sueño y el mundo real? 

 

Si los sentidos nos engañan ¿Con qué nos quedamos? Con los principios matemáticos que ciertamente son auto evidentes. Un cuadrado tiene cuatro lados y tres mas tres son seis, esté despierto o dormido. ¿O no? No realmente, porque Descartes encuentra una razón para dudar. Recuerda que se le ha dicho que Dios puede hacer cualquier cosa que quiera y él no sabe si Dios quiso crearlo de tal modo que siempre será engañado, incluso en esas cuestiones que se le aparecen como supremamente evidentes.

 

Para ilustrar la posibilidad del engaño en forma más vívida  Descartes introduce la hipótesis del demonio maligno que usa todos sus poderes para mantenerlo en el engaño. ¿Es esta hipótesis absurda? No, por  lo que sabemos, es posible que sea verdad, lo que significa que es posible que nos engañemos en casi todo lo que creemos y que la causa de nuestras ideas no esté en el mundo exterior, sino en un demonio maligno, en un científico loco, en nuestra propia mente o en un sistema de computadoras inteligentes.

 

Lo que Descartes buscaba era absoluta certidumbre y este estricto  estándar es el que encontramos comúnmente en contextos filosóficos, pero no en nuestra vida diaria en donde los estándares se basan en el sentido común que todos compartimos y que las experiencias diarias justifican. Sabemos que el sol resplandece, que el café diario nos espera en el negocio de costumbre, que estamos en medio del otoño, que la democracia en Grecia e Italia acaba de ser reemplazada por la dictadura financiera y muchas otras cosas mas, entre ellas, que no somos prisioneros de la Matriz. Y lo sabemos en su más completo sentido.

 

Si podemos hablar de sueño y vigilia es porque distinguir entre ellas presupone que tenemos conciencia de que ambos tipos de experiencia no son lo mismo. Si decimos que soñar no es igual que estar despierto es porque sabemos que hay una diferencia entre ellas. Y esa diferencia solo la podemos hacer si en algún momento estamos despiertos.

 

Entonces ¿por qué nos preocupamos de la Matrix? Y todavía peor, ¿por qué los filósofos se enfrascan en este tipo de discusiones agnósticas? Porque si nos concentramos en la palabra conocer pronto veremos que hay un sin fin de circunstancias en las que reconocemos la posibilidad de tener una creencia falsa que continuamos llamando conocimiento hasta que alguien, finalmente, nos da una buena razón para cambiarla.

 

Si los estándares de Descartes eran tan exigentes comparados con el conocimiento de nuestra vida diaria es porque él buscaba un supra conocimiento, un conocimiento metafísico, una visión del mundo que fuera exacta, consistente y basada en una rigurosa evidencia. La metafísica de la Matrix es dualista al afirmar que el mundo esta hecho de dos cosas incompatibles, una real y otra ilusoria, con diferentes causas o estatus ontológico imposible de reconciliar.

 

¿Y por qué esto debiera importarnos? Porque si no definimos la cuestión del monismo o dualismo no podríamos reconciliar, si es que esto fuera posible, la apariencia con la realidad.

 

La popularidad de Matrix está, quizás, en que nos obliga a preguntarnos, al igual que Platón, si todo lo que experimentamos es una mera apariencia o estas apariencias son manifestaciones de cosas actuales que son más o menos como parecen ser. Pensemos solamente en la industria publicitaria. Matrix muestra que la línea de separación entre las cosas y sus  apariencias no es tan fácil de cruzar. 

 

Guy Debord veía el presente como una continua acumulación de espectáculos. No una colección de imágenes, sino una relacion social mediatizada por imágenes, una red independiente de espectáculos más cerca de nosotros que las cosas mismas. Y Baudrillard, al igual que Debord, caracterizaba el postmodernismo como la erosión de lo real y su desplazamiento por la simulación de imágenes. El artificio en el corazón de la realidad, la villa global, la matriz.

 

Pero… ¿no será también, como dice Zizek, que la matriz funciona como el telón que nos separa de la realidad haciendo la realidad más soportable? O, recordando a Kant, si creemos que las cosas en sí mismas están más allá del telón ¿no será que si perdemos las distorsiones del telón perdemos también la realidad en si misma?
——
Docentes, escritores.

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3 Comentarios
  1. jose dice

    Bueno, la realidad es la realidad. Para el caso de los sueños oníricos el asunto es real, en el llamado estado de vigilia el mundo es también real, y para los llamados despiertos ese mundo es también real; lo único que cambia es el estado de conciencia, percepción y vibración de cada personaje que tiene cada experiencia: Pero tranquilos sin cada uno de esos estados el universo sería incompleto; más como todo existe en este momento, no hay de que preocuparse
    con amor José

  2. Nieves y Miro Fuenzalida dice

    Don Juan
    Gracias por la oferta. En algun momomento haremos uso de ella.

  3. juanzeniack dice

    Interesante reflexión…
    ejem… Con permiso, cuidado con las tildes por favor:

    práctica, auténtico, sería (verbo, en «sería bien escasa»), República,
    solo ilusiones… solo ahora (es cierto que en la última modificación de reglas ortográficas ya se permite y aconseja no ponerles tilde, pero antes sólo -de solamente-)

    mas, tilde en «más cerca», «más reales» «más verdaderas», «y muchas otras cosas más,»

    Error de mecanografiado (ya que antes se hizo bien):
    -¿porque nos embarcamos… «¿por qué nos embarcamos ..»
    -¿porque nos preocupamos … «¿por qué nos preocupamos»
    -¿Y porque esto debiera… «¿Y por qué esto debiera»
    -¿Como, entonces, «¿Cómo, entonces,»
    -él con tilde (pronombre en «embarcamos en el?»
    -¿Con que «¿Con qué»

    relación (en relacion social )
    sí «en si mismas»

    Ya he seguido otros artículos y tenéis problemas significativos con las tildes.
    (Espero que se comprenda este comentario como constructivo, si escribís un libro o recopiláis ensayos me ofrezco voluntario para corregir estos asuntillos.)

    Saludos.
    … … …

    Se agradecen tanto la preocupación como las correcciones planteadas.

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