Diario de un caracol

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RW

Se lee en el cuarto párrafo: "Al llegar a la superficie, las antenas se alzaron vigilantes girando en todas direcciones, paralizando al resto del organismo: ‘Ese gato es muy capaz de haber pasado toda la noche esperándome para proseguir el jueguito’".
No es en verdad un caracol; tampoco hay un gato al acecho.

El jardín donde parece transcurrir el dilema del caracol es un espacio vacío, una metáfora; llevada al extremo podría ser, sí, la sombra de un jardín: el de los suplicios. Por más que Oscar Wilde diga lo contrario, la vida no imita al arte. ¿Por qué, entonces, "diario de un caracol"? La respuesta está en el tiempo. En el paso del tiempo y en el peso de los actos.

Y también en la inocencia que transgrede y en el amor que reprime; en el castigo, en la espera y en el mero suceder de las cosas.

La estructura del drama quiere que los personajes paguen sus errores: es la voluntad enfrentada con sus actos; el hálito de la tragedia manda que no cometan más que errores: es la voluntad impotente estremecida ante la inutilidad de su esfuerzo. ¿Qué voluntad, qué errores, qué consecuencias se aparejan a los actos de una niña recién adolescente?

Los dioses ya no caminan sobre la Tierra, la televisión de apoderó del Olimpo y en sus prados y jardines cantan "jingles" publicitarios. No hay tragedias personales, lo trágico tiene una dimensión cósmica –que se nos escapa.

Sylvia Vergara tomó los elementos para Diario de un Caracol de la realidad más estricta; la realidad más estricta es la que más se oculta. Muchos años de periodismo le aguzaron sensibilidad, sentido de observación y estilo. Si a ello sumamos un buen conocimiento de los valores y tabúes de las sociedades chilena –nació en Chile– y venezolana –creció y se formó en Venezuela–, tendremos una idea del mundo que refleja y de por qué lo refleja como lo hace.

La historia que relata transcurrió hace muchos años; bosqueja un mundo del que probablemente no queden sino vestigios. Desde ese punto de vista su nouvelle nos cerca a las ruinas de un sistema de valores.

Pero el meollo del testimonio que muestra este Diario… inevitablemente nos recordará el vínculo entre dos palabras: testigo y mártir. No es, empero, un texto desesperanzado, al contrario. "… Ni él ni nadie la temerían y la asociarían con dolor".

Para leerlo o descargarlo en su computadora lo encuentra aquí .

Sylvia Vergara, Diario de un Caracol
Ediciones del Leopardo, Buenos Aires, 2000. 62 páginas.

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1 comentario
  1. Manuel dice

    Este libro es precioso.
    Hermoso.
    Maravilloso.
    Especial.
    Espectacular.
    Humano.

    …igual como mi madre….

    Manuel

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