Las guerras sin fin; derechos (in)humanos

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Desde hace algún tiempo nuestras razones y artículos son como materia pesada y estéril, no son solo nuestras palabras, sino nuestras acciones, las que nos dejan sin luz y esplendor frente a la barbarie del neoliberalismo belicista. La muerte de las Naciones Unidas tal vez no sea, indefectible pero al igual que las guerras que se suceden, está programada desde hace tiempo.

No se trata de una sobreestimación de la coyuntura actual, fruto de la megalomanía del pensamiento periodístico sino de una constatación meditada, una situación de hechos que se avala con signos palpables.

En esto el tiempo actúa muchas veces como las lenguas de Esopo siendo lo mejor y lo peor de las cosas, el agente de la creación y el de la destrucción donde suscita lo nuevo y acumula las ruinas. Una aristocracia de funcionarios que se reservan las relaciones publicas y la integridad de los privilegios de la organización, dignidades y cargos que se dan más por fortuna que por mérito, frente a la rareza opuesta marcada por algunas, -cada vez menos- Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) conforman la realidad onusiana. Pero mucho antes que surgiera este impulso permanente a la guerra, el sismo geopolítico que produjo la caída del muro de Berlín, condenaba paulatinamente el Consejo de Seguridad, ya que no era, ni es, representativo del nuevo (des) orden mundial en el concierto de naciones, dado que su mecanismo de decisión está paralizado por la multiplicación de crisis y conflictos periféricos. Aunque si, debemos reconocer que estos estados utilizaron el marco de la ONU como un centro multifuncional para justificar las decisiones bélicas.
Pero cada día la ONU nos aporta una fantasía nueva y nuestros humores se mueven con los del tiempo, ya que los pensamientos de los mortales mudan según las conveniencias, fluctuando entre diversos criterios.
No es desacertado juzgar la organización onusiana por los rasgos más comunes de su historia, pero dada la inestabilidad de nuestras costumbres y opiniones vertidas en la retórica abusiva de algunos hombres de Estado, que engañan hasta los buenos historiadores, obstinándose en formar en nosotros una contextura sólida y perseverante, alineando e interpretando todos los actos a su conveniencia, o disimulándolos cuando no se pueden desvirtuarlos.
De ahí que las naciones belicosas comenzaron a conceder premios a la «virtud de la complicidad » otorgando por ejemplo, clausulas beneficiosas para los intercambios comerciales, haciendo más fácilmente el motivo de que la verdad sea falsa o viceversa, y así se condena un país, o su Presidente al frente del mismo

En nuestro tiempo de americanización de la economía mundial es fácil encontrar el paralelismo a dicha coyuntura, es también un momento crucial de la humanidad, en que el derecho internacional está experimentando una profunda transformación en su praxis social, adecuando su funcionamiento a los intereses económicos.
La Comisión de Derechos Humanos que llevan a cabo anualmente en Ginebra es el reflejo cabal del actual estado del mundo. Todos pueden participar en la farsa y fingir ser honrados en el escenario mundial del humanismo, entre las violaciones de los convenios internacionales, o la generación del espectro de la desocupación masiva o la ignominia de los bombardeos, medidos por el barómetro de los daños colaterales cuyas víctimas inocentes son mujeres, niños y viejos. La guerra transformada en una prerrogativa o mérito del capricho de una superpotencia, es en realidad el testimonio de nuestra imbecilidad y cobardía.
Pero hasta las fieras en las sombras de su jaula, cuando se olvidan de la selva parecen dulcificarse, sin abandonar por lo tanto su instinto, ya que la sangre de sus víctimas recorre aun sus fauces.
Esta es la manera como se desgastan y marchitan los imperios arrastrando complicidades de ocasión, para repartirse los beneficios, ya que en esas elevadas fortunas es raro el sentido común…. languidez , silencio y suspiros desde el fondo de una sala actúan como un manto silencioso de expertos sin coraje , incapaces de hacer de las interminables Secciones de los DDHH un instrumento portador de dignidad, y creíble, que sea capaz de condenar sin ambigüedad al «poder de la sinrazón», violador en múltiples ocasiones del derecho internacional… para poner fin a esta barbarie belicista, sin quedar encerrados en la lógica de la inercia legal del anquilosamiento o egoísmo de algunos países frente a la atonía de otros.

Solo así se podrá responder a las necesidades de cada momento histórico… el desafío actual generado por las guerras debe ser vencida con el arma de la eficacia atinada e irrenunciable de las movilizaciones, abordando las discusiones de forma seria y coherente por la PAZ.
¿Por qué nuestro lenguaje común tan fácil para condenar a los más débiles se torna oscuro e ininteligible en las orillas del lago Leman frente al poderoso? serán los signos de nuestros tiempos callar y otorgar.

*Miembro de la Plataforma Descam Ginebra y del Consejo de Redacción del Hebdolatino

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