Memoria y dignidad campesina

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RW
El anuncio de conversaciones de paz entre el gobierno y las Fueras armadas revolucionarias de Colombia es una buena noticia. Hubo en otra época, no tan lejana, un anuncio similar, que despertó la misma ansiedad y la misma esperanza por la integración del país. En esa oportunidad los guerrilleros que dejaron las armas para seguir la lucha por otros medios no tuvieron suerte, como en el siglo XVI tuvieron su Noche de San Bartolomé.

 

García Márquez sostuvo alguna vez, hace muchos años,. que si bien la guerrilla no podría ganar la guerra civil desatada, no era menos cierto que los gobiernos del Estado no iban a poder derrotarla. Es que las razones de ambos eran —son— poderosas. Como que unos luchan por la perennidad de sus privilegios y aquellas por la razón que las constituyó.

 

Entrado el siglo XXI el marco de la guerra colombiana lo dan decenas de miles de masacrados, no menos de cuatro millones de personas desplazadas de sus lugares de origen, un número indeterminado de gente que se pudre en las mazmorras «legales», la omnipresencia de asesores estadounidenses —e israelíes, se asegura— y el narco a modo de segundo poder del Estado.

 

Y el cansancio de batallas que no dan tregua ni producen victorias.

 

No solo, empero, palpar la realidad interna motiva el preacuerdo entre el secretariado de las Farc y el presidente Santos para reunirse en ciudades tan disímiles como Oslo y La Habana; más de algo habrá influido la permanente tarea del presidente Chávez, que incansablemente sugirió al expresidente Uribe cambiar la ametralladora por el diálogo (Uribe critica acerbamente las conversaciones)

 

El vídeo Memoria y dignidad campesina quizá ayude a entender a Uribe. Trata del recuerdo de las masacres perpetradas por destacamentos de las Autodefensas Unidas de Colombia en el Valle del Cauca entre 1999 y 2004. No pocos datos apuntan a la familia de Uribe, y a él mismo, como instigadores y cómplices de esos escuadrones de la muerte.

 

Hoy no existen las AUC, muchos de sus entonces integrantes se han repartido por América, algunos en calidad de pequeños embajadores del narco, otros como traficantes ellos mismos, no pocos como explotadores de mujeres.

 

Las heridas de la sociedad colombiana no van a ser curadas por los acuerdos que puedan lograr el ejército rebelde y el gobierno; se necesitará tiempo y el desarrollo de una política social y de unidad nacional que los poderes fácticos en Colombia no pueden avalar por el riesgo de perder sus granjerías

 

Políticos, sectores de la economía y militares fueron cómplices de la llegada y arremetida paramilitar del Bloque Calima de las AUC en el departamento del Valle del Cauca. Miles de personas fueron asesinadas y desplazadas forzosamente durante esos años, y hasta el momento no existe justicia por los crímenes cometidos. Hoy la comunidad campesina del centro del Valle narra lo sucedido, y deja en evidencia la complicidad de los organismos de seguridad del gobierno colombiano.

 

Esos son los hechos. Las conversaciones de paz exigen a ambas partes olvidarlos, darlos por no existentes, hacer «borrón y cuenta nueva», hacer de 60 años de guerrilla una talla menor en el monumento a la mayor impunidad criminal de la historia moderna. Pero eso, naturalmente, es decisión de los protagonistas.

 

El video aquí.

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