Memorias póstumas de Brás Cubas

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LN

"Al gusano que primero royó las frías carnes de mi cadáver dedico con sentido recuerdo estas memorias póstumas". ¿Humor? Tal vez. Machado de Assis es múltiple, admite diversas calificaciones y su obra las rechaza con la misma facilidad; de lo que no caben dudas es de que inaugura la contemporaneidad modernista de la literatura brasileña. Y la obra que cumple semejante rol es ésta: Memorias póstumas de Brás Cubas.

Por eso vale la pena el esfuerzo de atreverse con ella –en portugués los lectores de habla castellana, o coteejando la traducción–. La novela trasciende y deja atrás los estilos de la época –mediados de la segunda mitad del siglo XIX–, para adentrarse en las aguas por cierto espinudas de crear lenguaje, imágenes, enfoques, problemas y soluciones que serán el rastro  propio de la novelística del siglo XX, psicoanálisis incluido.

En apariencia nada es muy complejo: alguien escribe sus memorias –y describe sus amores, sus intentos, sus fracasos, su egoísmo– después de haber muerto. Sin penas, sin mayor dolor, sin alegría: es el relato de una vida que no fue la que debió haber sido. Y en un Brasil que dejaba el lugar del imperio al movimiento de la naciente burguesía citadina.

El observador que anida detrás de la mirada de todo escritor, entonces, juega con la ambigüedad, con las medias tintas, con el humor, con la herencia del romanticismo, con las murallas del realismo, con su propia sutileza –que nace de haber amado un tipo de vida que no podía sino despreciar.

Hijo de un pintor de muros y casas, además mulato en un país que no termina de abolir la esclavitud, y una lavandera que llegó de Portugal, familia en más de un sentido bajo la protección de un político senador del imperio. No una vida fácil de este temprano huérfano que probablemente no tuvo una instrucción regular en la escuela y fue vendedor de golosinas.

No lo arredraron las dififucltades, se sobrepuso a enfermedades, tartamudez, soledad y desamparo; aprendió francés de niño, luego inglés y alemán y griego. Y leyó cuánto caía en sus manos.

Al publicar en 1881 Brás Cubas era dueño de un prestigio ganado a pulso desde sus lejanos comienzos en la imprenta estatal de Río de Janeiro. También en esa época dejaba atrás definitivamente su faceta romántica y delicada iniciada hacia 1864 con el poemario Crisálidas, cuando tenía poco más de 20 años.

Colaboró diversos medios periodísticos, como cronista, cuentista y crítico. En 1869 casa con Carolina Xavier de Novaes, hermana del escritor Faustino Xavier de Novaes. En 1873 ingresó en el Ministerio de Agricultura, Comercio y Obras Públicas, como primer oficial. No cambia de trabajo y asciende para terminar jubilando como director del Ministerio de Transportes y Obras Públicas.

Luego de la publicación de de esta Memorias se instala en la cultura del Btasil con una serie de obras presididas por la introspección, el humor y el pesimismo; pero la característica principal es su escritura discotntinua, que integra diversas voces, que narra con distancia a la vez divertida y patética: Quincas Borba (1892), Don Casmurro (1900), Esaú e Jacó (1904), Memorial de Aires (1908), y las recopilaciones de cuentos Papéis Avulsos (1882), Várias Histórias (1896), Páginas Recolhidas (1906), Relíquias da Casa Velha (1906), y el libro de poemas Ocidentais. No mucho después de la muerte de su cónyuge, Machado de Assis fallece en septiembre de 1908, en su vieja casa del barrio carioca de Cosme Velho.

El libro Memorias póstumas de Bras Cubas se encuentra aquí.

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