Parto múltiple de 33 vidas

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Cuando todavía estamos conmocionados por el espectáculo del renacimiento de los 33 mineros que estuvieron aprisionados durante 69 días a casi 700 metros de profundidad, es bueno reflexionar sobre lo acontecido desde algunos costados poco explorados.
Como un símbolo de nuestros tiempos, caracterizados por esa relación poco amistosa entre los humanos y la tierra que los cobija, pareciera que ésta última decidió retener en su seno a un grupo de sus habitantes. De allí que nos quedan dudas: ¿Lo que vimos por televisión fue un rescate o una devolución?; ¿ellos se salvaron o más que eso, volvieron a nacer? Es bueno completar estas dudas recordando que, para nuestros pueblos originarios, la “madre tierra” es reconocida como Pachamama. Pero ella es –también- fuente de vida, origen de todo el mundo material, sustento de naturaleza y realidad. Por ello no nos debe extrañar que el boliviano Carlos Mamani, a quien fuera a saludar el Presidente Evo Morales, destacara al salir a la superficie su agradecimiento a la “Madre Tierra”.
Tal vez en el misterio que encierran estos interrogantes, donde se debate el sentido y destino de nuestra especie, encontremos una respuesta al hecho de haber sido recientes testigos del espectáculo mediático más visto por la humanidad en estos últimos tiempos. Unos mil millones de personas, 200 millones más que los que vimos la final del Mundial de Fútbol, de todos los continentes, las razas y lenguas más diversas, no quisimos perdernos el momento en que brotaba de la tierra un extraño tubo llevando en su seno a Florencio Ávalos el primero de los 33 habitantes que salía del infierno al que la irresponsabilidad humana los había condenado.
En medio de ese espectáculo milimétricamente preparado no hubo mucho espacio para recordar que a esos 33 trabajadores se les prestó una atención mediática que le fue denegada a los miles de mineros que a lo largo de los años dejaron su vida en las profundidades de las minas. Solo en Chile, durante este año, 32 mineros perdieron la vida, sin luces ni cámaras televisivas que los registraran. Semejante show tampoco podía perderse en cuestiones menores como la artrosis generalizada por la humedad en la que desarrollan sus actividades o la silicosis, una enfermedad profesional de los mineros. Ella afecta a varios, entre ellos Mario Gómez, el mayor de todos quien –con sus 63 años- lleva cerca de medio siglo en la actividad con una silicosis desarrollada y tres dedos menos arrebatados en otro incidente minero. También están afectados los pulmones de Mario Sepúlveda, de 39 años, a quien todos reconocen como el showman del grupo. No obstante su exultante presencia, Sepúlveda ya había denunciado las malas condiciones del yacimiento. Éste había sido clausurado hace 3 años. Recientemente restituida su posibilidad de explotación, sus propietarios poco o nada habían hecho para darle mayor seguridad a esa mina centenaria cuyas paredes fueron reforzadas con madera en lugar del acero que su antigüedad, debilidad  y un largo historial de muertes y accidentes, demandaban.
La vida del último en salir del infierno, el topógrafo Luis Urzúa, resume las ultimas décadas de la historia de su pueblo, con su padre y padrastro asesinados por la dictadura de Augusto Pinochet, por sus respectivas actividades sindicales en el sector minero. 
En la década de los 70 los Quillapayun solían interpretar una canción que da cuenta de los temores que esta actividad despierta: "Y aunque mi amo me mande/a la mina no voy/yo no quiero morirme/en un socavón."
Juan Guahán

 

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