Un libro: «La izquierda en Nuestra América. ¿Avance o retroceso?»

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La izquierda en Nuestra América. ¿Avance o retroceso? es un libro colectivo en su producción y en sus reflexiones, producto de la necesidad de responder interrogantes de quienes consideraron necesario hacer un balance en torno a la izquierda en América Latina, Nuestra América. Por ello, el formato de entrevista con que se inició y que por las razones que explican los editores, se cambio al ensayo en algunos de sus capítulos.| GILBERTO LÓPEZ Y RIVAS.*

 

En todo caso, el resultado es un texto en el que es posible encontrar la extraordinaria variedad de planteamientos, problematizaciones, preocupaciones, diagnósticos y posiciones definitorias de la izquierda.

 

Pese a la heterogenia perspectiva de quienes externamos nuestras ideas, hay algunas coincidencias. Una es la crítica —mayor o tangencial— a la experiencia, resultados e impactos del socialismo real. Aquí la diferencia radica en que tanto damos importancia a estas críticas, que tienen mucho que ver con factores generacionales.

 

Otra coincidencia es la defensa de Cuba y su revolución, como un proceso endógeno de alcances estratégicos en América Latina que permite, en parte, la existencia de gobiernos progresistas que con sus diferencias en sus procesos internos, intentan poner en práctica políticas contra hegemónicas en nuestro subcontinente a la de Estados Unidos.

 

Otra de las coincidencias de quienes “reflexionamos” en el libro es el reconocimiento de sujetos sociopolíticos usualmente relegados, subsumidos o abiertamente excluidos de los proyectos revolucionarios: me refiero sobre todo a los pueblos indígenas.

 

No obstante, afloran también las diferencias —y de ahí el valor de la obra— en temas de especial actualidad para nuestro país en estos tiempos de mercadeo electoral, en el contexto de una guerra que alcanza ya más de cincuenta mil muertos, miles de desapariciones forzadas y desplazados internos y fuera del país.

 

El debate entre la izquierda institucional, inscrita en el sistema de partidos de Estado, y quienes nos adscribimos a una izquierda social, es parte de la diversidad de opiniones. Derivado de ello, es el papel del Estado como instrumento de cambio revolucionario, anti sistémico, y las críticas al extractivismo que refiere a nuevas formas de articulación con el mercado y el sistema capitalista mundial en países como Brasil, Argentina o Ecuador, y las polémicas entre los movimientos indianistas y el gobierno de Evo en Bolivia, entre las razones de Estado y las razones del pachamamismo radical, entre etnia y Estado nación.

 

También, las diferencias en cuanto al sujeto mismo: izquierda o izquierdas, institucionales, armadas, sociales, gremiales, sectoriales, en el gobierno incluso en el Estado, en la oposición, en países de gobiernos progresistas y gobiernos con variedades de terrorismo de Estado como México y Colombia, etcétera.

 

Una temática constante es la presencia de Estados Unidos como fuerza coercitiva, injerencista, golpista y que en el debate de las izquierdas determina una posición y que va a la definición misma de imperialismo, término prácticamente desaparecido del lenguaje de la izquierda institucional.

 

Presente en el debate esta la cuestión ética versus el pragmatismo e incluso el abandono de todo principio que no sea la conservación del poder a toda costa o que no importan los medios para alcanzar los fines propuestos. Y no me refiero sólo a las izquierdas que participan en gobiernos; también tenemos luchas fratricidas al interior de organizaciones, por ejemplo, que piensan que sus presos políticos o sus desaparecidos son más importantes que otros.

 

Resulta patético, en este sentido, que mientras el país vive en las peores condiciones de su historia de vida independiente o semindependiente, la clase política de izquierda institucional concentre sus energías en la lucha por los puestos de una alternancia tutelada por los poderes facticos.

 

Destaco aquí una frase de Tatiana Coll acerca de una “izquierda demócrata a secas, comprometida a fondo con una democracia meramente procedimental, dispuesta a todo por la curul.”

 

De aquí mi observación en el libro acerca de que la idea de la revolución ha quedado abandonada y ha sido suplantada por el reformismo de alternancia, con partidos de una izquierda que se constituye en un aparato de Estado más.

 

En esta dirección, ofrezco mi propia definición de izquierda como la fuerza política que desarrolla poder popular, poder comunitario, participación horizontal de las masas populares, el “para todos todo, para nosotros nada” que enarbolan los zapatistas, pero que distinguió también a las izquierdas anti-fascistas que se sacrificaron en su lucha contra el régimen nazi, sin esperar ni recibir nada a cambio.

 

Considero muy importantes las ideas fuerza que inspiran los capítulos de nuestro libro: nuevamente en el caso de Tatiana, en su crítica a quienes critican en general las luchas armadas, “calificando la acción guerrillera como infantilismo de izquierda, desviación pequeño burguesa y militarismo excluyente, aún en los momentos más desgarradores de las luchas anti dictatoriales.”

 

Me parece muy sugerente el planteamiento de José Steinsleger en cuanto a “pensar con imaginación, sin narcisismos y oportunismo, telarañas filosóficas, coartadas ideológicas y subterfugios políticos”.

 

La oportuna acotación de Clemencia Correa para que un criterio fundamental para orientar la discusión sobre las izquierdas sea: “El comportamiento y correlación de fuerzas de la izquierda en relación al proyecto de derecha de cada país, y asimismo el proyecto de izquierda en relación a la estrategia del imperio en la lucha contrainsurgente.”

 

También me parecen muy útiles para el caso mexicano, sus interrogantes acerca de ¿Cómo construir un proyecto de izquierda si se ha perdido la esperanza y la ideología está resquebrajada?, ¿cuándo los efectos de las estrategias de terror han penetrado profundamente los tejidos de la dignidad y de la seguridad?

 

Carlos Fazio nos recuerda pertinentemente que “ser de izquierda significa asumir una escala de valores liberadores que destacaban la plena dignidad humana, la justicia, la igualdad, la solidaridad entre los hombres”. Asimismo, distingue a contracorriente de la vieja ortodoxia marxista leninista que en plena noche neoliberal…los nuevos sujetos nacen desde el sótano de nuestras sociedades divididas en clases, en el campesinado. Mayoritariamente, en el campesinado indígena.”

 

Posición en la que coincide José Miguel Candia cuando señala al EZLN como un caso paradigmático en el nuevo protagonismo social y en su identificación en torno a que “la construcción de estas nuevas identidades se gesta más desde el territorio que desde la producción.”

 

Manuel Aguilera de la Paz, embajador de Cuba en México, ofrece una muy alentadora confianza en la juventud cubana, culta, consciente políticamente y con la preparación necesaria para ser capaz de cambiar todo lo que haya que cambiar”.

 

Jorge Mansilla Torres, embajador de Bolivia en México, nos relata el paso de la república aparente, término introducido por René Zavaleta Mercad, al actual Estado Plurinacional de Bolivia y nos convoca a que “hoy la izquierda tiene que avanzar, salir de las formas de su ortodoxia tradicional, aunque parezca tautológico decirlo, ha que entender, hay que volver a leer, con la formación que uno tiene ser capaz de critica y autocritica, asumirse en este nuevo tiempo.”

 

Patricia Vaca Narvaja, embajadora de Argentina en nuestro país, propone el término de movimientos nacionales y populares en lugar que el de izquierda, ya que afirma que éstos representan intereses y reivindicaciones más amplias que simplemente los partidos de izquierda.

 

Por último, Pablo González Casanova se pregunta: “¿Con quienes vamos a luchar, al lado y al amparo de quién queremos luchar? ¿Con quien contamos y queremos contar? Y a continuación hace una escalofriante y nítida descripción de los imperialistas, aliados y asociados que afirman defender la democracia y la libertad, mientras invaden, destrozan y saquean a nuestros pueblos.

 

“Aclaremos de una vez por todas que nosotros queremos una libertad y una democracia de las que el imperialismo es su principal enemigo aunque quiera nuevamente jugar con los equívocos para decir que lucha por lo mismo que nosotros. ¡Mentira¡ Nosotros queremos una democracia en que el pueblo gobierne y en que los gobernantes le sirvan al pueblo, gobiernen con el pueblo y se reintegren al pueblo cuando termine su mandato.”

 

Asimismo, González Casanova nos recuerda que: “El desprestigio de la democracia electoral y parlamentaria es así tan grande como el de la inmensa mayoría de los partidos de izquierda, e incluye a los candidatos socialdemócratas, socialistas, comunistas, nacionalistas, desarrollistas que teniendo nombres distintos hacen políticas neoliberales iguales…con el cinismo y la furia de quienes sólo luchan por tener puestos de elección popular.”

 

Con la ubicuidad de su pensamiento que lo caracteriza y su experiencia, nos orienta: “En cualquier caso procuremos que nuestras diferencias internas se resuelvan en formas que no nos tribalicen y nos hagan nuevas víctimas de la vieja política colonialista que aprovecha las luchas internas para las intervenciones externas, colonizadoras y recolonizadora…La responsabilidad que en América Latina tenemos es inmensa pues el Nuevo Mundo saldrá del Nuevo Mundo que ya muestra su grandeza, enriquecida por todos los proyectos de emancipación humana.”

 

En suma, este libro es un instrumento necesario para cumplir con esta responsabilidad histórica de Nuestra América.
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* Político y antropólogo.
En www.rebelion.org
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