Agua de los pobres, agua contaminada, agua inexistente

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Lo que todos saben: el agua es fundamental para la vida. La estadística indica que a cada ser humano en la actualidad, le corresponde —del total de agua en el planeta— unos 250.000 millones de litros. ¿A qué preocuparse por esos agoreros que hablan de las futuras «guerras del agua»? Si precisamos los números tenemosque sólo el tres por ciento de ella es agua dulce, la mitad potable y sobre esa mitad los contaminantes corren, y ganan, una fatal carrera. | GONZALO TARRUÉS.*

 

Los contaminantes son muchos, algunos provistos por el desenvolvimiento de los procesos naturales, otros —los peligrosos— producto de las actividades humanas. Los expertos que estudian este asunto, el de la contaminación del agua, informan que al menos 800 millones de personas la consumen con diversos grados de envenenamiento alrededor del mundo.

 

El informe estará sobre la mesa de debates, el 22 de este mes de marzo, cuando se inaugure el Foro Mundial del Agua, en la ciudad francesa de Marsella.

 

No se puede «dejarla correr»

 

La contaminación del agua no es un asunto nuevo. Las primeras grandes ciudades conocidas lo enfrentaron; por ejemplo Roma, en Europa, debió que vivir con la contaminación: el plomo de los primeros sistemas de tuberías. Y no hablemos del medievo; tampoco del siglo XVIII y su «revolución industrial», o del XIX: basta leer a Dickens.

 

Tendrán presente en el Foro —cita universal dentro del marco de las actividades de la Conferencia de la ONU para el medio ambiente y el desarrollo— que las modernas tecnologías, en especial en los países de mayor desarrollo relativo han logrado, si no superar, por lo menos paliar con éxito la limpieza del agua —sobre todo en las grandes urbes.

 

Acaso, del mismo modo, tengan presente que esos millones de litros de agua natural existentes no impiden —por decirlo de algún modo—que se afile con diaria constancia la espada de Damocles de la también constante pérdida de agua potable.

 

La estadística manejada por organismos nacionales y supranacionales oficiales indica que alrededor del 80% de la población de la Tierra accede, a veces dificultosamente y con cortes y recortes del suministro, a agua potable. Pero unos 800 millones de almas deben proveerse de cualquier fuente, y esas fuentes: ríos, lagunas, napas subterráneas, en fin, presentan diversos grados de contaminación.

 

Solidarités International, organización humanitaria con sede en Francia no es tan optimista; sus estudios enseñan que alrededeor de 1.900 millones de personas del planeta no tienen acceso al agua potable. Y, además, que por beber y preparar sus alimentos con aguas contaminadas, mueren no menos de 3.6 millones de personas —desde niños a ancianos— todos los años.

 

De cualquier modo que se considere el problema del agua, lo cierto es que en extensas áreas del continente africano la situación reviste carácter de catástrofe. En la zona andina de América del Sur la actividad minera hizo y hace de las suyas, tanto por los deshechos del proceso de extracción como más directamente: secando las fuentes. Otra catástrofe.

 

En suma: el agua potable es el gran fantasma a exorcizar. Y pronto.

 

Qué contamina las aguas y por qué

 

Las familias de los pesticidas utilizados en agricultura son los mayores contaminantes universales; el mecanismo es sencillo: llevados hasta los ríos por la lluvia y el polvo que levanta la erosión terminan en los ríos y las áreas marinas costeras. Su acción es consecuencia y también complementa un fenómeno que puede describirse como tétrico: la pérdida de fecundidad de la tierra por abuso de las técnicas agrícolas modernas.

 

En algunos países del Hemisferio Norte suele echarse sal en invierno sobre carreteras y autopistas; la sal no se queda allí y no solo obliga a la limpieza de los vehículos para evitar la corrosión (con la consiguiente perdida de agua): transportada desde las rutas hasta los ríos es otro factor contaminante y de envenenamiento de los suelos.

 

No hablar de los diques y las represas —que se construyen para la generación de energía eléctrica necesaria en las faenas industriales y mineras a veces a cientos o miles de kilómetros de distancia— que barren o simplemente eliminan no únicamente amplias franjas de cultivo, sino la diversidad de flora y fauna existente.

 

En un plano doméstico, en el llamado Primer Mundo —pero también y no en menor proporción en la generalidad de las ciudades del planeta— las casas están contaminadas por los productos de limpieza contra los cuales ya son poco efectivos los mantos filtrantes naturales, en especial en las costas, taponados por las «aguas negras» (petróleo, deshechos industriales, metales) que llegan al mar o que, en ocasiones, son arrastrados de la mar a las playas.

 

Y a la basura producida por el hombre y los escapes de contaminantes industriales, hay que añadir los tóxicos fabriles echados a los ríos y la polución de las alcantarillas. Los países occidentales industriales han hecho algún progreso al establecer controles sobre la contaminación industrial en particular. Pero no han encontrado una solución definitiva

 

Ni siquiera en los países con mayor capacidad económica, casi la mitad de los habitantes cuenta con plantas de tratamiento de aguas fecales. El Rhin, en Europa, atraviesa una de las regiones más altamente industrializadas del mundo y se han volcado ingentes recursos para eliminar los factores contaminantes, pero la contaminación por las sustancias químicas tóxicas y el desecho mineral sigue siendo alta.

 

Las industrias suelen verter en las aguas fluviales sustancias altamente tóxicas: cobre, cinc, plomo y mercurio principalmente. Estas partículas metálicas se suelen acumular, y su ingesta repetida determina al cabo del tiempo altas concentraciones de metales en los tejidos de los organismos que en esos crursos viven —y en las personas y animales que se alimentan de ellas (peces, por ejemplo, verduras regadas con esas aguas). Aguas, por otra parte, que contaminadas van a dar a la mar —y gran cantidad de peces de consumo humano pescados en ellas se convierten a su vez en agentes tóxicos.

 

El mercurio es particularmente peligroso por su elevada toxicidad y escasa biodegradabilidad y porque se concentra en los seres vivos. Vertido en forma orgánica o mineral, se convierte en metilmercurio, que se concentra en las cadenas alimenticias.

 

Si bien las naciones industrializadas han tenido bastante éxito en el control de la contaminación proveniente de industrias, siguen teniendo problemas con la escorrentía en las tierras de cultivos y con las aguas que fluyen de los centros urbanos cargadas con todos tipos de elementos. La situación es muy distinta en los países llamados en desarrollo, donde hay un déficit notable de sistemas cloacales y de controles de aguas residuales industriales.

 

Faltará agua

 

Los autores del informe que leerán los asistentes al Foro de Marsella advierten que el crecimiento demográfico y el aumento de los residuos seguirán deteriorando la situación en las próximas décadas. Pronostican que la demanda de los alimentos aumentará un 70% hacia el año 2050, y el consumo de agua en la agricultura, un 19%.

 

Es probable que diez países africanos experimenten una severa escasez de agua, con Egipto perdiendo vitales provisiones del río Nilo mientras otras naciones desarrollan las fuentes del río.

 

En China, cincuenta ciudades enfrentan ya la escasez de agua.

 

En India, decenas de miles de villorrios enfrentan la escasez.

 

En México, se extrae un 40% más de agua de cuánto se reemplaza, lo que hace que la tierra se hunda y se espoecule con la posibilidad de importar agua dulce.

 

En la ex Unión Soviética el agotamiento de agua de río para la irrigación y para otras necesidades ya ha hecho que el Mar de Aral descienda dos tercios desde 1960.

 

En los Estados Unidos, un quinto de la tierra irrigada es sometida al excesivo bombeo de agua de pozo. Pero, enclavada en medio del desierto, Las Vegas continúa su impresionante derroche.

 

No resulta ilógico, así las cosas que, ya por razones de egoísmo conservacionista, ya por prever futuros negocios, tanto pesonalidades y entidades ambientalistas como meras empresas por afán de lucro pongan la mirada en los recursos acuíferos suramericanos: lagos de agua dulce, mares subterráneos (como el Acuífero Guaraní), los campos de hielo patagónicos, etc…

 

Lo que sí resulta a lo menos estúpidamente criminal es la falta de acción protectora por parte de las autoridades gubernamentales, que siguen extendiendo permisos —o asociándose— con transnacionales mineras, forestales y otras empresas de probada vocación contaminante que, además, requieren grandes cantidades de agua; en Chile los cultivos de eucaliptus, para no ir más lejos, han dejado extensas áreas secas incluso de aguas bajo la tierra, la minería terminó de asfixiar decenas de poblados que no muchas generaciones atrás producían alimentos.

 

Y ahora se pretende entregar «para el aprovechamiento turístico» enormes extensiones de territorio a concesionarios privados.
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* Fuente: Agencia Novosti, www.solidarites.org, www.argenpress.info, www.ecojoven.com

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