Bonos de plástico, ¿otros como los del carbono?

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Como cada mañana desde las 6:00 horas, el mexicano Miguel Maya revisa y separa la basura que recoge en viviendas y comercios en la colonia (barrio) de Ermita, en el sur de Ciudad de México. Con sus tambos naranja, bolsas blancas y escobas a bordo de una carreta metálica, Maya, residente en Chalco (municipio del contiguo estado de México) aparta cartón, aluminio y plástico, materiales valiosos para el reciclaje, hasta pasado el mediodía.

“Uno recoge de todo. Hay personas que separan la basura, otras no. Hay que ir separando todo. Pero se aprovecha menos de la mitad. No llevamos cascajo (residuos de construcción) ni madera”, relató a IPS, mientras acomodaba varias bolsas repletas de desechos. Una jornada muy ajetreada puede significar unos 100 kilogramos de desechos, de los cuales pueden aparecer entre 10 y 15 de plásticos y cuyo precio actual es de unos 30 centavos de dólar por kilo, una caída respecto a meses atrás.

El reciclador o pepenador, como se les conoce popularmente en México, traslada la recolección a un centro acopiador que a su vez lo moviliza a una empresa de reciclaje o a un basurero, según el caso. Aunque Maya, de 25 años, no lo conoce, está progresando un esquema que genera inquietud en el ambientalismo, en la forma de bonos de plástico, primos de los bonos de carbono, ante la epidemia de generación de basura, especialmente de plásticos, en países como México.

Los bonos consisten en créditos circulares de plástico, un mecanismo de mercado para entregar ingresos a grupos en precaria situación en países en desarrollo que trabajan en la recolección y reciclaje de plásticos, y desarrollado por organizaciones no gubernamentales en tres sitios diferentes de esta nación latinoamericana de 129 millones de personas.

Una de las iniciativas que ya emitió bonos en 2022 fue la no gubernamental EntreAmigos, como  resultado del proyecto “Créditos plásticos para la circular idas inclusiva y transparente”, que la Alianza de Prevención de Basura ejecutó en Brasil, India, México y Vietnam en 2021 y ese año.

Un pepenador o reciclador separa la basura en un camión recolector en un barrio del sur de Ciudad de México. La tasa de reciclaje de residuos aún es baja  y no contribuye a su reducción.

En cada país, esta alianza internacional está conformada por organismos gubernamentales, empresas, la academia y organizaciones no gubernamentales.

Para Abraham Castillón, director de Programas Ambientales de EntreAmigos, el emprendimiento, parte de la iniciativa Recicla San Pancho, revalorizó el plástico y dignificó la labor de los recicladores en cuatro pueblos de dos municipios del occidental estado de Nayarit.

“Sorprendió ver la cantidad de gente que recolecta plásticos. No lo veían como un servicio ambiental, más por el tema económico, lo veían como un ingreso. Mejoró la captación de residuos para que no acaben en espacios naturales que en las comunidades son prácticamente vírgenes”, dijo a IPS desde San Francisco, en el municipio de Bahía de Banderas, a más de 800 kilómetros al noroeste de Ciudad de México.

El proyecto, que permitió la creación de una red con recicladores de la zona, estableció un sistema de recolección local de 85 recicladores independientes y recuperó 7.913 toneladas de plástico anuales, equivalentes a 148 créditos, que compró la alianza internacional.

La iniciativa internacional apuntó a trabajadores en la cadena de valor local de residuos, instalaciones locales de reciclaje, comunidades de bajos ingresos y zonas rurales y semirurales con financiación sistémicamente insuficiente; productores interesados en encabezar posibles soluciones de responsabilidad extendida del productor, así como registros de crédito y plataformas de negociación de plástico.

Organizaciones ambientalistas temen que durante la cuarta ronda del Comité Negociador Intergubernamental sobre Contaminación Plástica, destinado a  obtener un acuerdo vinculante sobre utilización, producción y sustitución de polímeros, se incluya este esquema en las negociaciones.

La iniciativa aún no aparece en la propuesta del acuerdo, a debatir del 21 al 24 de abril en la ciudad canadiense de Ottawa, negociado desde el segundo semestre de 2022 y con la expectativa de concluir a finales de 2024 en la ciudad surcoreana de Busan.

Desde 2022, investigaciones académicas y periodísticas han demostrado que los bonos de carbono no reducen la contaminación y dejan pocos beneficios a las comunidades forestales, así que otro temor es que los bonos de plástico tampoco cumplan dos objetivos básicos: reducir el volumen de plásticos y beneficiar a los recicladores de base.

El modelo de economía circular implica compartir, alquilar, reutilizar, reparar, renovar y reciclar materiales y productos, para extender su ciclo de vida.

Cuestionados

La no gubernamental Bolsa Verde de Río creó este mecanismo en Brasil, un país de 203 millones de habitantes, para respaldar a los recicladores de plástico y conectarlos con financistas.

Los desarrolladores publican sus ofertas basadas en autodeclaraciones verificadas solo después de que los proyectos obtienen recursos. Los bonos fluyen exclusivamente a través del mercado del Centro de Acción Circular, una plataforma digital que vincula iniciativas de economía circular con entidades interesados en apoyarlas.

Actualmente operan en el mundo 127 proyectos impulsados por la Alianza internacional, de los que América Latina posee un tercio (46). Brasil concentra 67% regional, con 31 iniciativas, mientras que Colombia tiene cuatro, México, tres; y Ecuador, dos.

En paralelo, avanza el estándar de la certificadora privada estadounidense Verra, que estipula lineamientos para la emisión de bonos basados en el volumen de plástico recogido o reciclado sobre las tasas de una línea base o qué hubiera ocurrido sin el proyecto.

El registro enlista 24 proyectos piloto, sin entrega de créditos aún y de los cuales tres tienen lugar en Brasil, dos en Colombia, uno en Haití y otro más en República Dominicana.

Ornela Garelli, participante en la campaña de Océanos sin Plásticos de la no gubernamental Greenpeace México, criticó el esquema porque, a su juicio, constituye un ecoblanqueo (greenwashing) de la industria. “No es la solución de raíz, es necesario reducir la producción y el consumo, que las empresas rediseñen la producción. Si bien el reciclaje es necesario, no es suficiente. No todo lo que se recicla tiene mercado. Muchos productos no pueden ser reciclados y acaban quemados”, señaló a IPS.

Desde al menos 2021 varias organizaciones han advertido de la inviabilidad del sistema de compensaciones, conocidas en el argot por el vocablo inglés offsets, al subrayar que no reducen la producción plástica y fomentan su quema en hornos industriales, que libera grandes cantidades de contaminación.

Cuando una empresa que tiene obligación legal de restringir sus emisiones contaminantes no llega al límite requerido, puede recurrir a la compra de offsets, para compensar el faltante, provenientes de proyectos sostenibles en el Sur global.

En su reporte de 2023 “Humo y espejos. Las realidades de los créditos de plástico y compensaciones”, los colectivos internacionales Break Free from Plastic y la Alianza Internacional para Alternativas a la Incineración hallaron debilidades en financiamiento, transparencia, auditoría y adicionalidad (lo qué hubiera pasado sin la existencia del proyecto).

Pero los promotores de los bonos de plástico rechazan los señalamientos y aseguran que las compensaciones alcanzan los objetivos.

De hecho, el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma)  justifica el esquema, al considerarlo instrumentos financieros que incentivan la recuperación de materiales, desmotivan la polución y fomentan el pago por la compensación de los impactos.

Activistas de la no gubernamental Greenpeace México protestan el 21 de marzo de 2024 frente a la sede de la cancillería mexicana, en el centro histórico de Ciudad de México, en demanda de apoyo para la disminución global de la producción plástica y la consideración de sus impactos ambientales, desde la extracción de petróleo hasta la disposición final de la basura.

Omnipresente

Como subraya el periodista inglés Oliver Franklin-Wallis en su libro de 2023 “Wasteland” (Tierra de desechos), la humanidad es basura, por la enorme cantidad que genera, resultado de un modelo de producción y consumo insostenibles.

En consonancia, América Latina padece de un serio problema de residuos sólidos, al desechar 541.000 toneladas diarias, 10% del total mundial y que aumentaría en 25% para 2050. De ese volumen, se desaprovecha 90%, 145.000 toneladas terminan en basureros, incluyendo 17.000 toneladas de desechos plásticos, derivados del petróleo que envenenan el suelo, el aire, el agua y la salud animal y humana.

A pesar de su vulnerabilidad a la basura marina, 3,7 millones de toneladas de contaminación plástica entraron en al océano procedentes de países de la región en 2020, según datos del Pnuma.

Por tamaño y población, Brasil encabeza la generación de basura (224.000 toneladas diarias), con una tasa de reciclaje de 4%. Mientras, el segundo de la región, México, desecha 120.128 toneladas por día y de las cuales el reutilizamiento no rebasa 10%. En cuestión de plásticos, Brasil reprocesa 23% y México, 15%. Mientras en Brasil trabajan  unos 5.000 recicladores formales y una cantidad desconocida de informales, en México laboran 2,5 millones de los llamados pepenadores.

Frente a la avalancha de basura, Castillón pidió políticas integrales. “Si no hay otro mecanismo económico, no ayuda a reducir el uso. Un segundo paso tendría que ser la educación ambiental que favorezca la reducción de residuos. Al final, para que esto suceda, va a pasar mucho tiempo, no va a pasar de la noche a la mañana, aún va a haber mucho aprovechamiento del recurso. Hay que fortalecerlos de otra manera, porque el negocio no está en los recolectores”, sostuvo.

Mientras empuja su carreta por la calle, Maya espera un mejor entorno para los recolectores. “Ojalá haya instrucciones más precisas de cómo separar y qué separar, y más apoyos para mejorar nuestro trabajo”, confió.

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