Chile: El peso de las Fuerzas Armadas

283

El encendido debate en la sociedad chilena por la conmemoración de los 50 años del golpe de estado que quebró la democracia y abrió la puerta a los peores crímenes de nuestra historia, ha sido un baño de realidad ante un pasado no resuelto y que exige respuesta para las generaciones que viven bajo la larga sombra de los 17 años de la dictadura militar. El fantasma de la culpa recorre Chile. Políticos, historiadores, filósofos, artistas, sociólogos, trabajadores, académicos, oficinistas, dueñas de casa, estudiantes y un sinfín de personas se pronuncian sobre si el golpe de estado tuvo justificación o no.

Las fuerzas armadas y carabineros, herederos de los actores principales que ejecutaron el drama y que gobernaron más de tres lustros, guardan riguroso silencio. También se ha minimizado el papel del gobierno de los Estados Unidos y la intervención directa del entonces presidente, Richard Nixon, pero los documentos desclasificados permiten acceder a informaciones que no dejan espacio a la duda respecto del activo papel que jugaron en la destrucción de la democracia chilena. Tal vez su responsabilidad sea mayor o igual a la del sector civil chileno.Chile, 11 de septiembre de 1973: nadie defendió el Palacio de La Moneda | Literatura

Los militares señalaron que fue un pronunciamiento, no un golpe de estado, al que quisieron darle explicaciones jurídicas que no existían. Las razones eran políticas. ¿Fue responsable el presidente Salvador Allende y la coalición de la Unidad Popular que lo acompañaba, del término de la democracia? Por más que se busca culparlo, los argumentos no tienen fuerza y se disuelven ante la abrumadora evidencia del respeto a la ley y a la Constitución que ejerció hasta el 11 de septiembre de 1973, así como la impecable vida democrática del exmandatario.

La evidencia más simple para cualquier ciudadano es revisar la prensa de la época para constatar la absoluta libertad que existió bajo su gobierno. Que el año 1973 el país vivía una profunda crisis política y económica, nunca nadie lo ha negado y la prueba más evidente de aquello es que el presidente iba a llamar a un plebiscito el día 11 de septiembre, como lo había comunicado a algunos de sus ministros, indicando que, si perdía, dejaba el gobierno.

Entonces, ¿qué falta para que la sociedad chilena se libere de ese pasado que nos persigue? Si examinamos la experiencia de países como Alemania, por ejemplo, no se culpa al Tratado de Versalles o a la crisis económica provocada bajo la República de Weimar para que Hitler diera un golpe de estado en 1933, instaurara una dictadura, creara la Gestapo y comenzara la persecución política y racial, creando campos de concentración para luego iniciar la Segunda Guerra Mundial al invadir Polonia.

Los alemanes y su ejército asumieron plenamente la culpa de los horrores provocados por la dictadura y no hay espacio alguno para justificar con explicaciones como que durante Hitler se construyeron las grandes autopistas o se desarrolló el popular Volkswagen Escarabajo para el pueblo alemán. Los sitios de memoria y los museos sobre el horror en Alemania no hablan del contexto, de Weimar o las injustas cláusulas impuestas a Alemania al término de la gran guerra, en 1918. El museo en Berlín, llamado “Topografía del Terror”, ubicado en el mismo lugar que ocupó la Gestapo, describe cómo “planearon, organizaron y perpetuaron la persecución y asesinato de millones de personas” entre 1933 y 1945, con nombres y fotografías de los responsables.

El horror de los mecanismos de la policía secreta de Pinochet - InfobaeEn Chile el golpe de estado fue responsabilidad de las fuerzas armadas, quienes lo planificaron, ejecutaron y echaron a andar la máquina de terror. La DINA fue la Gestapo chilena y comenzó a funcionar de inmediato, siendo formalizada su creación en noviembre de 1973. Es cierto que hubo civiles que instigaron el golpe, pero el monopolio de las armas era de los militares, tal como lo es hoy. Por ello el veto explícito que se ha levantado contra algunos sitios de fusilamientos y torturas en cuarteles del ejército, avergüenzan y dañan la memoria histórica.

Los uniformados se niegan a asumir la responsabilidad plena y condena de sus instituciones en la destrucción de la democracia y un sector amplio de la derecha se siente en la obligación de justificarlos, lo que se hace cada vez más difícil. Seguramente las fuerzas armadas y carabineros guardarán silencio en esta conmemoración de los 50 años, pero más temprano que tarde llegará una generación de militares que limpiará el honor y de cara al país asumirán la responsabilidad de haber roto la democracia y de los 17 años de horror que nos persiguen hasta hoy.

 

*Ex embajador y ex subsecretario de Defensa.

También podría gustarte
Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.