Creían en la verdad de la poesía y el mito

En Estrella del alba, la novela de Wu Ming 4[1] publicada recientemente por Acuarela Libros, los cuatro personajes principales son escritores y han luchado como soldados, en las arenas del desierto árabe o las trincheras de la primera Guerra Mundial. Sus nombres son bien conocidos: T.E. Lawrence (o Lawrence de Arabia), J.R.R. Tolkien, Robert Graves y C.S. Lewis. Entre diferentes flashbacks bélicos, Wu Ming 4 novela sus encuentros y desencuentros en el Oxford de 1919. | AMADOR FERNÁNDEZ-SAVATER y JAVIER LUCINI.*

 

Si Tolkien, Graves y Lewis se preguntan cómo seguir escribiendo después de vivir desde dentro la gran carnicería, Lawrence se dispone a escribir por su lado la historia de la revuelta árabe, que es al mismo tiempo la historia de sus hazañas; no es tarea fácil, mil dudas le atraviesan como flechas.

 

No quiere escribir una crónica fría de los hechos, sino encontrar el lenguaje para convertir la experiencia en una historia inspiradora: un mito. Pero para alcanzar una palabra creíble debe guerrear primero consigo mismo, afrontar sus propias ambigüedades y claroscuros.

 

Si se toma en cuenta que el autor de la novela forma parte desde hace años de un colectivo de escritores y activistas organizados en torno a la confianza incondicional en la fuerza transformadora de las historias, podemos leer (también) Estrella del alba como una (auto)reflexión sobre las relaciones entre escritura, mito y acción, como una pregunta incluso sobre el mismo significado de una escritura política.

 

¿Cómo contar un movimiento colectivo y anónimo de transformación?

 

Apenas hemos visto aparecer, en torno al 15-M [movimiento actual popular español de protesta: toman calles y plazas], nuevos modos de (d)escribir la acción política, siguen predominando los formatos codificados, como por ejemplo el análisis más o menos pedagógico, el texto de agitación más o menos propagandístico o el canto lírico más o menos idealista. Las dudas de Lawrence siguen siendo aún las nuestras. Interrogamos a Wu Ming 4 desde ahí.

 

—¿Cómo fue tu encuentro con las obras de los cuatro autores protagonistas de Estrella del Alba? ¿Cómo surge la idea de ficcionar sus encuentros como trama de una historia? ¿Qué problemas y cuestiones te permitía plantear?

—Conocí a los cuatro autores protagonistas de Estrella del Alba a lo largo de los años, pero la idea de hacer que “se encontraran” en una novela la concebí en un cierto momento muy concreto, a mediados de la última década. Me di cuenta de que la figura ambigua y controvertida de Lawrence de Arabia encerraba en sí misma todas las contradicciones del héroe.
«Al situar a Lawrence en el centro era posible contar esas contradicciones, reflexionar narrativamente sobre ellas, utilizando como “observadores” a otros escritores importantes de su generación. Robert Graves (der.) fue en el mundo real un gran amigo suyo, mientras que J.R.R. Tolkien y C.S. Lewis se encontraban en Oxford en aquel mismo periodo. La coincidencia era perfecta. Cualquiera de estos tres podía encarnar un punto de vista sobre Lawrence y, por tanto, sobre el héroe histórico y mítico».

 

—Al comienzo de la novela, nos encontramos a Lawrence preguntándose de qué sirve escribir la historia de la revuelta si los árabes siguen luchando por su independencia, ahora contra los ingleses, sus antiguos aliados. ¿No sería mejor volver al frente y entrar de nuevo en acción?
«Graves le responde: ‘estás escribiendo la historia de la revuelta. Eso también es combatir’. ¿En qué sentido piensas que la escritura es o puede ser la continuación de la política por otros medios? Es decir, ¿qué aporta la escritura a la acción?

—En ese caso concreto Lawrence contó la historia de la revuelta árabe (1916-1918) para mostrar lo que la guerrilla de los beduinos había aportado a la victoria inglesa sobre el imperio otomano. Como la historia la escriben siempre los vencedores, el hecho de que en ese caso el vencedor fuera un oficial inglés amigo de los árabes representó un obstáculo a la marginalización de las tribus terminada la guerra. Por lo menos Lawrence trató de obstaculizarla actuando narrativamente.
«Sin embargo, al escribir Los siete pilares de la sabiduría Lawrence hizo algo más: escribió un moderno manual de guerrilla, el primero del siglo XX. Un manual narrativo que representa aún hoy uno de los momentos de reflexión más avanzados sobre la guerra irregular, entendida también como metáfora política.
«La escritura no podrá nunca sustituir a la acción, pero puede inspirarla, ayudarla y, sobre todo, narrarla, dándole así una consistencia mítica, o sea perdurable. Porque los gestos pasan, pero las historias quedan».

 

—C.S. Lewis asiste en el libro a una clase de traducción del profesor Murray en la que reflexionan sobre las palabras iniciales de la Poética de Aristóteles. ‘Hablaremos del hacer en sí y de sus especies, de la potencia propia de cada una, y de cómo es preciso construir los mitos si se quiere que el hacer resulte bien’.
«Tolkien escribió el poema Mythopoeia como respuesta a una pregunta de C.S. Lewis (abajo, izq.) en la que se cuestionaba si los escritores de cuentos no se dedicaban a ‘dorar mentiras’, viniendo a ser los mitos ‘sólo mentiras susurradas a través de plata’. Para escribir su historia, Lawrence se acerca a los poetas de Oxford: a través de Graves conoce a Sassoon, Blunden o Masefield. ¿Qué está buscando? Es decir, en general y más allá de Lawrence, ¿por qué la poesía, el mito? ¿Qué relación tienen con la verdad?»

—Una de las pocas cosas que unen a los autores protagonistas de Estrella del Alba es que creían en la verdad de la poesía y el mito. Creían que la poesía y la mitología podían aprehender aspectos parciales de la verdad sobre la naturaleza humana, sobre la vida, sobre el bien y sobre el mal.
«Ninguno de ellos afirmaba de forma fideísta: ‘Esta es la verdad’ —si bien C.S. Lewis, en edad madura, estuvo demasiado cerca de hacerlo, y eso marcó su gran limitación con respecto a los otros—, sino que sentían que los grandes autores y mitopoetas del pasado habían sabido contar algo universal. Algo que hablaba todavía a la humanidad acerca de sí misma.
«Frente a la ironía modernista que negaba la posibilidad de aspirar a tanto, aquellos autores fueron a contracorriente e intentaron aún la vía de la mitopoiesis».

 

—El espectáculo teatral de Lowell Thomas —que aparece al comienzo de la novela— ha convertido a Lawrence en una leyenda, pero de cartón piedra. Algo muy similar a lo que el colectivo Wu Ming llama un “mito tecnificado”. ¿Qué es un mito tecnificado?

—El mito tecnificado es un instrumento de poder. Es una historia originariamente producida y compartida por una colectividad, que es capturada por un aparato de poder, transformada en base a exigencias apologéticas y cristalizada, petrificada por quienes la custodian. Un ejemplo de ello puede ser el mito de la revolución proletaria en la Unión Soviética estalinista. O el redescubrimiento filológico del folklore germánico que se transforma en mito de la raza y Kulturkampf en el Tercer Reich hitleriano.

 

—En un libro reciente, el filósofo Alain Badiou habla de la “importancia decisiva de los nombres propios en toda secuencia de la política revolucionaria, desde Espartaco a Müntzer pasando por Blanqui y Lenin. Cada uno de ellos simboliza históricamente, en la forma de un individuo, la acción anónima de millones de insurrectos”. Pero el precio a pagar es muy alto: Lawrence vive crucificado en su imagen de héroe (y un héroe, como le explica Nancy Nicholson a su marido Robert Graves, “no tiene amigos, sólo admiradores y amantes”). ¿Es ese peso el que lleva a Lawrence a decir en algún momento a alguien “mi nombre se ha convertido en algo condenadamente incómodo, olvídelo”? ¿Son necesarios esos nombres propios para representar (simbolizar, transmitir y contagiar con fuerza) la lucha colectiva? ¿Alguien tiene que pagar necesariamente con su vida personal el precio que exige la Historia?

—Un nombre propio puede siempre convertirse en un nombre colectivo. Quizás sea precisamente esto lo que permite mantener abierto el margen de su uso: el hecho de que el nombre se convierta en una especie de firma/icono múltiple. Sin embargo, el nombre como apelativo del héroe puede acabar siendo un pesado lastre, como en el caso de Lawrence.
«El héroe en cuanto tal es siempre símbolo de la colectividad y al mismo tiempo está separado de ella. Es una figura ambigua, amado por todos, conocido por nadie —es verdad, este es uno de los temas de Estrella del Alba—. Lo cual vale tanto más en el caso de Lawrence, que fue la primera pop star contemporánea.
«Por lo que respecta al precio que exige la Historia, no creo que nadie pueda establecerlo. Es verdad que la ética del coraje heroico prevé que el héroe muera en el ejercicio de sus funciones, es decir en batalla, en acción, salvando a la colectividad, pero precisamente el ejemplo de Lawrence y la reflexión de un autor como Tolkien (abajo, der.)demuestran que existe una posibilidad de vida post-heroica.
«En este segundo momento, el héroe se convierte en narrador de sí mismo y deja la propia historia en herencia a los que vengan más tarde».

 

—El sinólogo François Jullien explica que la cultura china carece de mitología porque entiende que las transformaciones son procesos siempre subterráneos y silenciosos que se pueden cuidar y cultivar, pero no catalizar ni guiar. No hay relato mítico porque no hay héroe-conductor ni acontecimiento decisivo, sino proceso anónimo. En un sentido tal vez parecido, Lawrence confiesa en determinado momento de la novela: ‘En realidad las cosas ocurren, nosotros sólo podemos hacer todo lo posible por no caernos de la silla’. Y Tolkien advierte sobre los peligros de creerse Turambar, amo del destino. ¿Cómo conciliar entonces la épica con la revuelta? ¿Cómo narrar (políticamente) lo no excepcional?

—En la antigüedad pagana, el pecado del héroe trágico era la “hybris”, es decir, el hecho de creerse liberado de toda ley, de todo deber de reconocimiento, dueño del propio destino. Era un insulto hacia los dioses, que generalmente castigaban al héroe con algún terrible suplicio.
«La frase que citas proviene realmente de una carta de Lawrence a un amigo escritor en 1930 (y que yo he fechado diez años antes). Es una especie de contramelodía, o visión crítica, de la propia obra Los siete pilares de la sabiduría. En aquella obra Lawrence se describe a sí mismo como la inteligencia y el motor de la revuelta árabe, poniéndose siempre en el centro de todo. Sin embargo, en la carta, en un momento de intimidad, fuera de la construcción del propio mito, Lawrence habla con franqueza: dice que en realidad él solo lo ha hecho lo mejor que ha podido y más que conducir la marea ha tratado de cabalgarla sin perder el equilibrio.
«Siempre tenemos que conservar la conciencia de que no todo depende de nosotros. Navegamos en un océano, entre corrientes, tifones y bonanzas que impactan inevitablemente contra las rutas que trazamos. Ni somos los dueños absolutos de nuestro destino ni los movimientos de revuelta pueden serlo de los destinos colectivos. Hay alquimias que se nos escaparán siempre. Además lo excepcional y lo ordinario se entremezclan. Dentro de un evento excepcional siempre están también nuestras historias ordinarias y no es posible contar solo el uno o el otro de estos dos momentos. Se dan juntos».

 

—“Espero que logre volcar en las páginas sus contradicciones. Resultaría una obra muy interesante”, le dice Nancy Nicholson a Lawrence. Las historias que se escriben con las contradicciones y los claroscuros de la vida son efectivamente bien interesantes, pero ¿pueden ser un mito, galvanizador de voluntades, llamada a la acción? ¿Cómo ha evolucionado la mitopoiesis de Wu Ming?
—Al estudiar el concepto de “mito tecnificado” elaborado por el mitólogo italiano Furio Jesi (1941-1980) hemos afinado nuestro discurso sobre la mitopoiesis. Los mitos se utilizan a conciencia, o manteniendo siempre abierto el margen de la alegoría, sin la pretensión de cerrarla, de hacer que mito y realidad sean perfectamente coincidentes. Es un problema también literario, obviamente. Mientras se narra una historia se reflexiona también sobre el hecho de narrar historias, indagando en los límites; se trata de estar dentro de la narración sin dejarse determinar en exceso por ella pero sin pretender tampoco dominarla.
«En suma, frente a los mitos conviene tener una actitud que no sea ni escéptica ni fideísta, sino crítica, dialéctica. Y claro, se antoja mucho más difícil crear mitos de revuelta basándose en las contradicciones y en los claroscuros. La revuelta parece necesitar de narraciones heroicas puras y simples. ¿Puede existir una figura heroica más parecida a nosotros, comunes mortales, con nuestra carga de contradicciones, miedos y titubeos?
«Según Tolkien, por ejemplo, sí. Su respuesta literaria son los hobbits: hombres comunes que son capaces de responder a la llamada de la acción porque carecen precisamente de toda prosopopeya heroica. Y sin embargo son héroes a todos los efectos, también —y acaso justamente por eso— porque tienen bien presente que el fracaso es posible. Héroes en la Tierra Media y héroes en nuestro imaginario contemporáneo. Por lo tanto, quizás tenga sentido trabajar en esta dirección».

 

—Otro de los personajes, C.S. Lewis, quiere desmontar el mito de Lawrence, ver qué hay detrás, así que investiga su vida privada. Su gesto recuerda el del pensamiento crítico: sospechar de las apariencias e interrogarlas hasta hacerles confesar la verdad. Desmitificación contra Poética. ¿Se podría hablar de una tensión, en el seno del pensamiento crítico, entre el discurso que contrapone los hechos a los mitos (representado aquí por Lewis) y otro discurso que busca más bien redefinir y redescribir (poéticamente) los datos de la realidad (Lawrence)?
—Exactamente. El encuentro —del todo imaginario— entre Lewis y Lawrence en Estrella del Alba es precisamente esto. El personaje de Lewis encarna un cierto tipo de críticos que consideran a Lawrence un fanfarrón y un mitómano. Y en efecto, Lawrence fue tanto mitómano como mitopoeta, por lo que solo uniendo todos los puntos de vista es posible comprender algo de su personaje.
«Lewis representa evidentemente el enfoque racionalista y demistificador de los mitos. Pero al final lo único que sucederá es que acaba rindiéndose a la evidencia de que una parte de sí mismo no es racional, de que existe el inconsciente y la felicidad pasa también a través de la aceptación de sí, de los propios puntos débiles. Y sobre todo, que la imaginación y la fantasía nos ayudan a vivir».

 

—Tolkien, Graves y Lewis, huyendo del horror de las trincheras, encontrarían salida finalmente en la fantasía —en el caso de Graves en la mitología clásica—. En más de una ocasión se les acusaría por ello de escapismo, de huida de la realidad. Ursula K. Le Guin habla de la ‘profunda desconfianza puritana por la fantasía de quienes confunden la fantasía, que en sentido psicológico es una facultad universal y esencial de la mente humana, con el infantilismo y la regresión patológica’.
«Tolkien, en su ensayo Sobre los cuentos de hadas, responde a esta cuestión de la evasión y el consuelo con estas reflexiones: ‘He alegado que la evasión es una de las principales funciones de los cuentos de hadas y, puesto que no los desapruebo, está claro que no acepto el tono peyorativo o condescendiente con el que tan a menudo se emplea hoy en día el término evasión…
«‘¿Por qué ha de despreciarse a la persona que, estando en prisión, intenta fugarse y regresar a casa? Y en caso de no lograrlo, ¿por qué ha de despreciársela si piensa y habla de otros temas que no sean carceleros y rejas? El mundo exterior no ha dejado de ser real porque el prisionero no pueda verlo. Los críticos han elegido una palabra inapropiada cuando utilizan el término Evasión de la forma en que lo hacen; y lo que es peor, están confundiendo… la Evasión del prisionero con la huida del desertor’. ¿Qué opinión te merece este rechazo de la fantasía como evasión e infantilismo, aún muy presente en los ámbitos “críticos”? ¿En qué puntos se cruzan los caminos de escritura que tomaron los cuatro autores protagonistas de Estrella del alba?»

—Las palabras de Tolkien en su famoso ensayo están entre las más eficaces que se han escrito sobre este tema. Evadirse no significa desertar. Imaginar un mundo fantástico no significa rechazar el mundo real en el que se vive, sino que por el contrario bien podría ser la actitud necesaria para intentar cambiarlo de arriba a abajo. Criticar el ejercicio de la fantasía en literatura no tiene más sentido que criticar el uso de las piernas para caminar.
«Fantasear forma parte de la naturaleza humana, y si nadie lo hubiera hecho nunca probablemente viviríamos aún en los árboles. Añado que conservar un poco de la sana maravilla infantil ante una buena historia es una cualidad que pocos autores tienen.
«Lo que es seguro es que los cuatro autores protagonistas de Estrella del alba la tenían. Si creían en el poder de las historias quizá fuera también por esta razón. Creían que las historias podrían servir para hacer cosas. Y en ciertos casos hasta para hacer que se hagan las cosas justas»
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1] Colectivo contracultural —en un sentido intelectualmente amplio— formado en Italia que en cierta forma re-crea y continúa el Luther Bisset Project de la década de 1991/2000. Sus integrantes, o fundadores, permanecen en el más riguroso (al menos en lo formal) anonimato.
Wu Ming mantiene un portal, www.wumingfoundation.com en inglés, en que se encuentran también textos en castellano. Su página original, en italiano, es www.wumingfoundation.com/giap
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* Fernández Savater, español, es co editor de Acuarela Libros (http://acuarelalibros.blogspot.com); Javier Lucini, de la misma nacionalidad, es escritor.
Publicado originalmente en el periódico digital Público, donde se puede leer aquí. La traducción del italiano pertenece a Álvaro García-Ormaechea.

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