El origen de la tragedia

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Ninguna causa, por noble que sea, justifica mantener a alguien días o años cautivo en una selva, en condiciones inaceptables para cualquier ser humano, por culpable que sea de lo que sea. Ha sido el dilema ético de todas las revoluciones.

Esto, que suena a proverbio, tiene su correlato en otro candidato a aforismo: el mayor triunfo del malvado es convertir a su víctima en malvado. Porque el origen de esta tragedia colombiana, shakespeareana, griega, respira precisamente en violencias como el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán.

Es decir, en una oligarquía marrullera que no negocia y si negocia lo hace trampeando criminalmente, como cuando pactó la pacificación de la Unión Patriótica. Al menos en Venezuela hay que decir que la Pacificación fue de verdad y no una engañifa forajida como lo que pasó con más de 1500 dirigentes asesinados de aquella Unión.

Cuando me preguntan cuándo empezó el enfrentamiento que habita hoy en Venezuela, respondo invariable que comenzó cuando mataron a Guaicaipuro. Es más, empezó antes, porque de otro modo aquel héroe no habría resistido tanto como tantos.

La saturación de violencia que plaga a Colombia conlleva este crecimiento de toda especie de terrorismo. No hay que olvidar que, sin ir más lejos, en lo que va de año, en Colombia han asesinado a 30 dirigentes sindicales. Como se ha dicho, en Colombia es menos peligroso crear un frente guerrillero que un sindicato.

Que no nos extorsionen moralmente ahora con esta grata liberación de 15 secuestrados. Que ella no sirva ahora para negarnos el derecho a rechazar el gobierno más corrupto y criminal del continente. Es el único otro gobierno del continente que practica el terrorismo de Estado de modo sistemático. El primero es el de los Estados Unidos.

No hay cabida allí para melodramatismos aguarapados. Rechazamos el secuestro, practíquenlo las FARC-EP o el gobierno de los Estados Unidos en Guantánamo y en los aviones y barcos-prisión-cámara de tortura que surcan el mundo.

Porque la operación mediática lleva a convertir a Uribe en víctima, luego de atacar al Ecuador en su propio territorio y de invadir a Venezuela de paramilitares.

Como decía Luis Sandrini: Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.

Roberto Hernández Montoya

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