La deuda de los valores

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La historia de Chile está plagada de ejemplos en que nos hemos saltado los márgenes de lo humanamente respetable. Y los sátrapas, los comerciantes, los políticos —comoquiera que se les llamare—, siguieron adelante como si nada. Siempre recurriendo a la muletilla de que “hay que dar vuelta la página, no se puede vivir en el pasado”. | WILSON TAPIA VILLALOBOS.*

 

La revolución —o guerra civil— de 1891 no sólo dejó un presidente mártir, también deudas sin saldar. Con el tiempo, se fueron mimetizando con la epidermis nacional. Pero jamás hubo un cierre real.

 

Lo mismo ocurrió en 1973. Esa vez tampoco hubo se hizo una asepsia completa a la cabeza nacional.

 

Y día a día nos saludan episodios en que vemos que nuestra corteza espiritual, nuestra solidez ética, más bien parece tramoya. Esta vez fue el asesinato de Daniel Zamudio. Se le condenó a una muerte atroz por ser homosexual.

 

El episodio —porque ya pasó a ser sólo eso— sirvió para que se encendieran las luces de los escenarios. Y se anunciara, con bombos y platillos que se apresuraría el despacho de la ley antidiscriminación. La iniciativa lleva siete años durmiendo en el Congreso. Poco, si se mira como ha avanzado el mundo en materia de DD.HH. Mucho si, pese a los atrasados que estamos, las rémoras —de todos los colores— son capaces de frenar el avance de la lucidez y el humanismo.

 

Ojalá que esta vez esa deuda se pague. No va a ser fácil. Siempre existirá un resquicio por el que pueda filtrarse algún freno, algo que haga que las cosas parezcan que son, pero no son. La Corte Suprema se ha pronunciado cuatro veces contra este proyecto. Entre otras, una de las razones que ha esgrimido es que la igualdad ante la Ley ya está asegurada en la Constitución.

 

¡Y lo dicen ellos! Los señores de la Suprema que durante la dictadura última, se olvidaron de que la Justicia alguna vez fue ciega y auparon al sátrapa sin siquiera ruborizarse.

 

Esta fue la Justicia que dio origen a la famosa frase que el ex presidente Patricio Aylwin lanzó a la posteridad entre sonrisas melifluas: “Se hará justicia, en la medida de lo posible”. Estaba hablando, nada menos, que de delitos de lesa humanidad, de atropello a los derechos humanos durante la dictadura.

 

La justicia chilena es una anécdota más en este muestrario de basura que se esconde debajo de la alfombra. Han pasado más de veinte años y seguimos con el mismo sistema político que dejó la dictadura. Eso es responsabilidad de los políticos. De los de derecha, de centro y de izquierda.

 

Los ciudadanos continuamos sin poder pronunciarnos sobre temas trascendentales para nuestra vida. Y cada día se nos desinforma más, con una construcción comunicacional que no muestra fisuras ni alternativas. Inmersos en un sistema económico que no da respiro y que es guiado con mano férrea por los descendientes de aquellos que vencieron en la guerra del 91. Pero si hasta el que consiguió fondos con los ingleses se llamaba Agustín Edwards Ross. A su descendiente le tocó hacer el mismo papel, pero en Washington, ocho décadas más tarde.

 

En esta vuelta de la historia, la imagen de Zamudio es el ícono. Su causa es del humanismo actual, pero para nosotros es del futuro. Y no es que estemos atrasados en esto solamente. Nuestra cultura ha debido avanzar a trompicones. Saltando obstáculos cada vez más complejos. Y enfrentándonos siempre son esas sonrisas melifluas que hacen el eco a frases como las del ex presidente Aylwin.

 

Esta vez, vino de la boca de «monseñor» Ricardo Ezzati. El jefe da la Iglesia Católica chilena se pronunció a favor de la ley antidiscriminación. Pero agregó que, claro, habría que ver algunos aspectos para evitar daños —colaterales, me imagino—. Como si la lucha contra la discriminación también pudiera ser “en la medida de lo posible”.

 

El conservadurismo está dando una de sus luchas más denodadas. Está en su derecho. Pero los que batallan por ayudar a construir una sociedad más acogedora, más digna, con menos hipocresía y más contención, también tienen algo que decir.

 

Esas voces hoy se encuentran desperdigadas. Quizás buscan dónde pagar la deuda.
——
* Periodista.

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1 comentario
  1. Antonio Casalduero Recuero dice

    Concuerdo plenamente con el articulista, esto nos demuestra la hipocresía en que desenvuelve la sociedad chilena, pero a la frase ya citada Aylwin hay que agregar que fue él quien también afirmó que «al gobierno (de Allende) le negarían la sal y el agua», en momentos en que el presidente mártir trataba de negociar para evitar una guerra civil, y Aylwin era presidente del P. Demócrata Cristiano, partido de raigambre golpista, por más que hoy se vistan de ropajes democráticos. Y si no ha habido cambios constitucionales, se debe también a que hubo senadores designados por la dictadura, los hubo por varios períodos, es otro antecedente de la causa. Un golpe de estado tan atroz como el chileno ha dejado huellas muy profundas que se requerirán generaciones antes de dejarlas definitivamente consignadas en la historia. Falta aún que se escriba la historia verdadera, completa, este es un tema aún pendiente, pero los mandos militares no colaboran en nada a ello, aún se sienten íntimamente vencedores, en nada se consideran culpables, y claro, si ellos son los esbirros de un poder permanentemente oculto tras las cortinas que profita de los privilegios del poder de las armas.

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