La revolución dominicana y la intervención de EU, 57 años después
El 24 de abril de 1965, civiles y militares dominicanos unidos, se lanzaron a las calles para reponer al presidente constitucional Juan Bosch, derrocado por un golpe castrense inspirado desde el exterior. Tras violentos enfrentamientos, los constitucionalistas, dirigidos por el coronel Francisco Alberto Caamaño, triunfaron y entonces el gobierno de Estados Unidos intervino para aplastar la revolución.
La lucha popular contra la injerencia militar foránea se convirtió en guerra patria y el conflicto duró hasta las negociaciones, de las cuales salió el compromiso de organizar elecciones. La guerra enfrentó al bando opuesto al retorno al poder del depuesto presidente Juan Bosch, encabezado por el general Elías Wessin y Wessin, y al revolucionario que unía a los constitucionalistas, liderado por el coronel Caamaño, quienes reclamaban la destrucción del aparato militar, intacto después de la muerte del sagriento dictador Rafael Leónidas Trujillo en 1961.
La contienda se produjo luego de que un grupo de oficiales de las Fuerzas Armadas derrocara al gobierno del Triunvirato, encabezado por Donald Read Cabral, y el presidente estadounidense Lyndon B. Johnson ordenara el desembarco de 42.000 marines en el país, bajo la excusa de “impedir la propagación del comunismo”, asociada a la histórica toma del poder en Cuba en 1956, encabezada por Fidel Castro.
Al año siguiente, con el país ocupado por tropas estadounidenses, bajo la bandera de la Organización de Estados Americanos (OEA), hubo comicios en que fue electo Joaquín Balaguer, un antiguo servidor del dictador Rafael Leónidas Trujillo, quien instauró un régimen despótico de 12 años consecutivos, tutelado por Washington.
En su libro La guerra de abril de 1965, el escritor Tony Raful escribió que “la inmensa multitud era un espectáculo desbordante”. “Millares de hombres, mujeres, niños y ancianos, corrían como locos por todo lo largo de la avenida Duarte, parecía una serpiente humana interminable. Semidesnudos, descalzos, con chancletas, con ropas interiores, marchaban disparadas hacia el escenario de la historia. Parecían enloquecidos reclamando el retorno de la Constitución del 63 y Juan Bosch, presidente”, destacó.
También evocó que el 25 de abril muchedumbres loaban en las calles el estallido de la revolución y en la tarde el doctor José Rafael Molina Ureña tomó posesión del Gobierno, como presidente provisional, en medio del caos. Entonces, la televisión anunció que en las horas siguientes el profesor Juan Bosch volvería al país para reasumir la Presidencia.
La misma historia
Para algunos analistas, la situación dominicana es peor que la de hace casi seis decenios. La invasión conservadora desplegada durante más de medio siglo por los factores de poder han contaminado todo: comunicación, cultura, partidos, elecciones, leyes, ambiente, constitución, tribunales, política exterior, asistencialismos, publicidad.
Narciso Isa Conde, socialista, político, escritor y ensayista dominicano; señaló que “57 años de contrarrevolución imperialista es demasiado. Las garras que impidieron aquella hermosa revolución democrática-popular siguen clavadas en el alma nacional, generando una sociedad profundamente enferma y urgentemente necesitada de un cambio radical”.
Añadió que no fue accidental impedir el poder de los comandos, desplazar los gobiernos de Bosch y Caamaño, anular la Constitución de 1963 e imponer las de 1966 y 2010. “Estados Unidos,el imperio más poderoso y más terrorista de la historia moderna, aplastó con esos fines nuestra autodeterminación”.
Isa Conde señaló que en estos 57 años solo ha variado la correlación entre algunos componentes de la dominación basada en el saqueo, la sobreexplotación del gran capital, el tipo de agentes de la corrupción y las diversas expresiones de acumular fortuna y robarse el Estado y el territorio. “Recién hemos pasado del reinado de 20 años de la corruptela morada y sus oligarcas preferidos, a la monarquía absoluta de la corrupción empresarial del capital”, aseveró.
Indicó que la modalidad empresarial de la corrupción porta el sello de las privatizaciones, concesiones mineras y asalto privatizador del Estado y del patrimonio natural por las elites capitalistas. Hoy, en República Dominicana, presidida por Luis Abinader y tutelada por el Grupo Vicini y su Consejo Nacional de la Empresa Privada, la impunidad cambió de dueño y en el “cambio” abundan vacas sagradas del generalato, la narcopolítica, el empresariado y el sistema de partido.
“Como antes de aquel abril heroico, esto es cuestión de calle y propuesta transformadora. De calle y proceso constituyente. De calle contra la funesta megaminería, por el agua y por la vida, la seguridad social digna, las tres causales y los derechos de la mujer y el fin de la impunidad sin corruptos preferidos; y, sobre todo, por una Constituyente Popular y Soberana que lo cambie todo”, señala Isa Conde.
*Periodista venezolana, analista de temas de Centroamérica y el Caribe, asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)