La titular de la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas (CNB) de México, Karla Quintana, ha renunciado a su cargo a través de una carta dirigida al presidente Andrés Manuel López Obrador.

«Hoy he presentado al Presidente mi renuncia al cargo de Comisionada Nacional de Búsqueda de Personas. Dirigir la CNB, trabajar para mi país y para las personas desaparecidas y sus familias, construyendo un proyecto de Estado, ha sido un gran honor», apuntó en un mensaje en la red social X [antiguo Twitter]. Había una gran disparidad entre los datos de la CNB y los de las fiscalías.Fotografía de la extitular de la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas en México, Karla Quintana, durante una rueda de prensa, en Ciudad de México (México) el 28/05/2019

La dimisión llega después de la publicación de la investigación internacional ‘Migrar y desaparecer’ . En la información que llevaron a cabo las periodistas Gabriela Villegas, Andrea Godínez, Rosario Marina y Verónica Liso se recogía una gran disparidad entre los datos de la CNB y los que manejaban las fiscalías estatales.

En concreto, la investigación consiguió demostrar que los migrantes registrados como desaparecidos en México entre 2017 y 2022 variaban de acuerdo a quién se le preguntase. Podían ser 1.270 según fiscalías estatales, o 124, según la base pública de la CNB.

De hecho, en uno de los reportajes Sonja Perkič, directora general de Acciones de Búsqueda de la CNB, aseguraba en una entrevista: «Nuestra cifra que nosotros manejamos en nuestra dirección de búsqueda de personas migrantes son alrededor de 1.300 personas, justamente caracterizando los casos de los que tenemos conocimiento y damos seguimiento y que luego se está haciendo su búsqueda».

Esta información se sumaba a las palabras del presidente López Obrador del 31 de julio que iban, precisamente, en sentido contrario. Entonces, AMLO dijo que su Gobierno estaba trabajando en una actualización del censo de personas desaparecidas y señaló que la cifra de desaparecidos en el país es menor a la oficial.

«Sí hay miles de desaparecidos, pero no la cantidad que establece el censo, entonces decidimos llevar a cabo un programa de búsqueda», expuso el mandatario.

Migrantes desaparecidos, el derecho a la verdad – DesinformémonosSegún cifras oficiales, en México, en general y no teniendo en cuenta solamente las personas migrantes, hay poco más de 111.000 personas desaparecidas de las 292.503 que fueron registradas como ausentes entre enero de 1962 y agosto de 2023.

Quintana acompañó el mensaje con una imagen de la carta de renuncia en la que apuntó: «En virtud de los contextos actuales, presento mi renuncia con carácter de irrevocable y con efectos inmediatos a fines del día de hoy».

«Durante este periodo se han construido los cimientos no solo de una institución, sino de un sistema y una política pública en materia de búsqueda de personas desaparecidas y de identificación humana, de la mano de familias, autoridades federales y locales, servidoras y servidores públicos comprometidos, y con el acompañamiento de la comunidad científica e internacional. Lo realizado hasta ahora se ha hecho público constantemente», agregó.

La ahora excomisionada, quien asumió al cargo en febrero de 2019, señaló en la carta que los retos en relación con la desaparición de personas en el país permanecen y dijo que «el esfuerzo del Estado mexicano tiene que seguir dirigiéndose a una política integral de prevención, búsqueda y combate a la impunidad, con la finalidad de garantizar los derechos a la verdad y a la justicia de las personas desaparecidas, sus familias y a la sociedad toda».

Quintana trabajó de cerca con el Subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración de la Secretaría de Gobernación (Ministerio del Interior), Alejandro Encinas, entre otros, en casos como el de los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa y en la creación del Banco Nacional de Datos Forenses.

Huesos en una caja y el duelo suspendido

Foto: Migrar y desaparecerUna persona se mete en el desierto. Camina kilómetros y kilómetros entre el polvo y las cuevas de serpientes. Se esconde de los helicópteros, las motos, las camionetas de la policía fronteriza que intentan cazarlo. A medida que se adentra en tierras inhóspitas la ropa se le llena de las espinas de los cactus, finas como un pelo, punzantes como una aguja. Lleva las botellas de agua que puede cargar, sabe que no le alcanzarán para completar todo el camino. Atraviesa el desierto abrasador durante días, semanas, y cuando se esconde el sol busca un árbol, tal vez de mezquite, y duerme abrazado a sus piernas.

Una persona que se mete en el desierto para llegar a Estados Unidos, lo sospeche o no, puede morir intentándolo. Si eso pasa, en pocos días su cuerpo, su nombre, su país, su historia, se irán borrando hasta convertirse en huesos.

Donde muera, donde quedan esos huesos, va a determinar las oportunidades que tenga de recuperar su identidad y volver a su familia.

En los últimos años el uso del ADN permitió que se puedan identificar personas migrantes que murieron, incluso, hace 30 o 40 años. Científicamente ya no es un problema. La dificultad está en la falta de recursos económicos para hacer las pruebas, las barreras para cruzar los ADNs de las familias con el de las personas encontradas, y la inexistencia de protocolos unificados cuando encuentran un cuerpo en los condados fronterizos.

Morir en Arizona

Desde los 90 hay dos estados que tienen las principales rutas por donde cruzan los migrantes a Estados Unidos: Arizona y Texas. Las oportunidades de identificación de los restos de las personas migrantes que mueren van a variar dependiendo de en qué territorio se encuentren.

Arizona tiene sólo cuatro condados fronterizos con México: Cochise, Pima, Santa Cruz y Yuma. Todos menos Yuma dependen del Médico Forense de Pima. Esto hace que los restos de los migrantes desaparecidos estén altamente centralizados en esa oficina forense.

Gene Hernández habla con las manos enlazadas, la placa de sheriff colgada de su cuello, en un español intrincado: «Cuando comencé aquí yo fui la única persona que hablaba español», dice. Hoy es el supervisor de investigadores médico-legales de muertes del condado de Pima.

Gene Hernández habla con las manos enlazadas, la placa de sheriff colgada de su cuello
Gene Hernández habla con las manos enlazadas, la placa de sheriff colgada de su cuello

Gene es Hernández porque su padre fue un migrante mexicano que viajó a Estados Unidos. Quizás con los mismos deseos que quienes esperan ser identificados en las cajas con las que él trabaja. Gene nació en Estados Unidos y aprendió el español de grande, porque se casó con una mujer mexicana, cuando era niño su padre casi no lo hablaba en casa.

Durante mucho tiempo era Gene quien tenía la tarea de comunicarse con los familiares de los migrantes que acababan de identificar. El forense dice que, en 22 años de trabajo, el caso que más lo marcó fue el de dos cuerpos que encontraron juntos: una mamá guatemalteca con su hija. Sólo quedaban huesos.

Su oficina podría ser la de un guionista de cine, tiene cuadros con los carteles de producciones audiovisuales en las que ha participado, como «The Undocumented», «Narco cultura» y cientos de objetos: una silla azul con la caricatura de Dick Tracy, el investigador de policía más famoso de las tiras cómicas estadounidenses; una repisa llena de muñecos que retrata a deportistas de baseball, baloncesto y fútbol americano; sus tarjetas de presentación encajadas entre las muelas de un tarjetero que simula ser el esqueleto de una mandíbula; una plancha de corcho que tiene pinchada una foto de él y su mujer disfrazados de John Lennon y Yoko Ono.

La oficina de Gene da un pasillo que desemboca en un estacionamiento. Ahí, hace más de diez años hay un trailer. El forense abre las dos puertas y baja una escalera plegable con tres peldaños, la acomoda en el piso pegada al borde y sube. Arriba, se pierde entre las filas de cajas de cartón apiladas, una encima de la otra del suelo al techo. Son 200: en cada caja puede haber huesos de una o dos personas.

Gene Hernández abriendo el trailer que se encuentra en el estacionamiento de su oficina con cientos de cajas de los casos de migrantes desaparecidos
Gene Hernández abriendo el trailer que se encuentra en el estacionamiento de su oficina con cientos de cajas de los casos de migrantes desaparecidos

Por cada caja también hay una familia que espera, en algún país al sur de Estados Unidos.

Ella no se mordía las uñas

Los cuerpos en el desierto se deterioran rápido, en menos de una semana se convierten en huesos. Eso no sólo hace más complejo y más costoso lograr una identificación, también deja a las familias con muchos interrogantes.

«¡Ellos no quieren creer que es posible que hablaron con su hermana cuatro semanas y ahorita tú estás diciendo que la persona es casi puros huesos! —explica Gene—. Habla una familia y te dice: ‘Mi hermana tenía una lunar en la nariz’ y cómo le puedes decir que ya no hay nariz».

En las cajas del tráiler de la morgue de Pima, junto con los huesos, están las últimas pertenencias de los migrantes: ropa hecha girones, zapatillas resecas, hebillas de cinturones oxidados, imágenes de la virgen con una oración en el dorso, billetes, celulares, pequeños papeles con números de teléfono.

Caso 21-0493 en NamUS. Restos de un hombre de entre 25 y 45 años encontrado en Big Fields Village, Arizona.
Restos de un hombre de entre 25 y 45 años encontrado en Big Fields Village, Arizona.

«Los restos llegan a través de diferentes organizaciones, le avisan a las autoridades y ellos a nosotros. Puede ser la policía del condado de Pima, de los Tohono O’odham (una comunidad nativo americana de la zona), o la patrulla fronteriza», explica Gene Hernández.

Una vez que los reciben les asignan un número de caso que será el único que tengan hasta que se logre la identificación. Los médicos forenses hacen el primer examen. Luego los especialistas antropólogos intentan determinar la edad, el género, cómo y por qué murieron, si es que pueden averiguarlo. Toda esa información la cargan en la base pública, online y gratuita NamUS, que cualquier persona puede consultar.

A partir de ahí empieza el trabajo más difícil: encontrar a las familias.

En 2006, Robin Reineke, que cursaba un posgrado en antropología cultural en la Universidad de Arizona, inició sus prácticas con el doctor Bruce Anderson en la Oficina del Médico Forense de Pima. Descubrió que las familias de personas migrantes llamaban por teléfono todos los días y el personal de la oficina hacía «informes de cortesía», no oficiales, que contenían no sólo la información habitual, como el nombre, la edad, la fecha de la última vez que se vio, sino también notas escritas a mano en los márgenes que decían: «Ella era una buena persona» o «no se mordía las uñas».

Por año había entre 350 y 400 informes, escritos a mano en su mayoría, y el equipo no daba abasto. Entonces Robin empezó a digitalizarlo todo. «Lo que aprendí durante este proceso fue que las familias querían un mejor sistema para buscar a los desaparecidos. Estaban cansados de llamar a decenas de oficinas estatales y ONG, siempre dando la sensación directa o indirecta de que estaban llamando al lugar equivocado. Querían poder enviar su ADN para compararlo con los muertos no identificados y querían conocer a otras familias», dice Robin Reineke en el artículo académico «Ciudadanía forense entre familias de migrantes desaparecidos en la frontera México-Estados Unidos».

Así fue como fundó Colibrí Center: una organización que apoya a los forenses de Pima en la búsqueda del ADN de las familias en sus países de origen.

Hoy el proceso se da así: si el cuerpo está en condiciones, se toman las huellas dactilares y se busca si coinciden con alguna registrada en el Sistema Automático de Identificación Dactilar (AFIS). Por ejemplo, si la persona fue detenida en el pasado intentando llegar a Estados Unidos, sus datos se registraron y así pueden lograr la identificación.

Caso número 21-2565 una mujer encontrada en junio de 2021 en San Miguel, Arizona.
Caso número 21-2565 una mujer encontrada en junio de 2021 en San Miguel, Arizona

Si no hay huellas, porque los restos están muy deteriorados, y no hay ninguna forma de hacer una identificación rápida, se le notifica a Colibrí. La organización se encarga de rastrear a la familia para obtener muestras de ADN. Cuantas más consigan de familiares directos, madre, padre, hermanos, más chances de lograr un match hay.

Si los familiares están en Estados Unidos el equipo de Colibrí intenta recolectar las muestras o pedir a las personas que las envíen por correo. En su canal de Youtube tienen tutoriales para hacerlo. La dificultad que se les presenta es que esos familiares pueden estar como residentes ilegales y tienen miedo de ser deportados si se acercan a las autoridades.

Para estos casos, Colibrí asegura que no los van a denunciar. «Nosotros tenemos un código en nuestra base de datos para que los nombres de las personas que dejan ADN no sean accesibles para los médicos de la oficina forense, ni para ninguna organización», explica Mirza Monterroso, directora del proyecto Migrantes Desaparecidos y ADN de Colibrí Center.

Si los familiares están fuera de Estados Unidos, Colibrí contacta a la red de organizaciones sociales y familiares aliadas, como el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), el Equipo de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial (ECAP) en Guatemala, Fundación para la Justicia (FJEDD) en México, entre otras, para coordinar la toma de muestras. A veces, cuando se puede, también viaja alguna persona de su propio equipo.

«El enfoque de nuestro programa es tomar el ADN de las familias que no han encontrado su ser Falta de datos, maltratos y discriminación: autoridades de Guatemala fallan en la búsqueda de sus migrantes desaparecidos | Públicoquerido y contrastarlo contra todas las muestras que hay en el laboratorio». Mirza Monterroso se refiere al Bode Cellmark Forensics, un laboratorio privado en Virginia donde el condado Pima procesa sus muestras. «Sólo de esta oficina forense son alrededor de 1.300 perfiles de personas sin identificar», explica.

Hay pocos laboratorios que hacen estas pruebas y en los últimos años han aumentado mucho sus precios. Cada muestra de hueso para el cruce genético puede costar 1.375 dólares. Si a eso se le suma el cruce con el ADN de la familia y el reporte puede llegar hasta 4 mil. Colibrí cubría los costos del cruce de ADN gracias al aporte económico que recibía del gobierno mexicano, sumado a las becas y financiamientos filántropos que logran reunir.

300 familias esperan

Hace 7 años la identificación era más rápida. Como se sabía que un 80 por ciento de los migrantes que morían en la frontera eran mexicanos, el Gobierno de ese país destinaba una partida presupuestaria para las identificaciones. Pero a partir de 2016, dicen desde Colibrí, esto dejó de hacerse.

Se le solicitó a la Secretaría de Relaciones Exteriores que informara sobre los convenios que tiene con organismos para la identificación y repatriación de cuerpos, así como el presupuesto anual destinado a enviar restos de inmigrantes desde Estados Unidos a México. A través de la respuesta obtenida por solicitudes de acceso a la información pública realizadas por este equipo, se pudo ver que la Secretaría ha ido reduciendo su presupuesto para repatriaciones en los últimos nueve años.

La organización Colibrí Center recolectó, en los últimos cinco años, 1.888 muestras de ADN referenciales de familia, correspondiente a 854 casos. Esos números prácticamente cambian cada día, porque cada mes llegan más cuerpos y se buscan más ADN.

Pero cuando México rompió el contrato con el laboratorio, el proceso de cruce de ADN se empezó a frenar. «Hoy tenemos un retraso de 300 casos que no están en el laboratorio. Hay muchas personas que nosotros estamos buscando que tal vez ya están ahí pero no han sido identificadas», explica Mirza Monterroso.

«Es bien difícil explicarles a las familias lo injusto que es que no haya dinero para procesar las muestras», dice. Migrantes que, aún desaparecidos para sus familias y muertos en una caja, siguen esperando.

Número de caso 21-2615, una mujer de entre 18 y 30 años encontrada en San Miguel, Arizona.
Número de caso 21-2615, una mujer de entre 18 y 30 años encontrada en San Miguel, Arizona

Si los rancheros llaman

La situación en Texas es distinta. Primero porque, a diferencia de Arizona que tiene sólo cinco, los condados fronterizos en Texas son 32. Esto es así porque el Estado tiene un doble control: además de los condados que se encuentran en la frontera geográfica con México, hay un segundo punto de control policial a unos 100 kilómetros (60 millas) hacia dentro del territorio nacional.

Muchos migrantes cruzan la frontera tratando de esquivar ese segundo punto de control, atravesando extensiones de terrenos privados, y mueren en el camino. En esos casos, recuperar el cuerpo depende de que los rancheros de la zona los encuentren y avisen a las autoridades. Muchas veces no lo hacen.

A partir del 2021, el riesgo se volcó a las ciudades texanas de McAllen y Eagle Pass, donde incrementaron las muertes de inmigrantes mexicanos, según coinciden bases de datos de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México y la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos (US Customs and Border Protection).

Por otro lado, el informe Migrant Deaths in South Texas, de Strauss Center de la Universidad de Texas en Austin, insiste en que hay un subregistro por parte de la Patrulla Fronteriza sobre las muertes de inmigrantes en el sur de Texas. Destacan tres causas: algunos restos de inmigrantes tal vez nunca se hallen; los cuerpos de los migrantes ahogados que aparecen del lado mexicano en el Río Bravo no son registrados por CBP y hay cuerpos en propiedades privadas que no son reportados a los condados.

Cuando los rancheros sí llaman a las autoridades, el sheriff del condado o la patrulla fronteriza llega a levantar el cuerpo con un juez de paz que va a determinar los pasos a seguir. De los 32 condados fronterizos, muy pocos tienen morgue. Por lo que en muchos casos requerirá que se pague hasta 800 dólares por el traslado de los restos hasta la más cercana. Muchas veces los condados no disponen de ese dinero.

Correos electrónicos intercambiados por investigadores de Texas. Pedido de acceso a la información pública hecho por Yael Grauer.
Correos electrónicos intercambiados por investigadores de Texas. Pedido de acceso a la información pública hecho por Yael Grauer.

En el mejor de los casos, el juez llamará a una casa funeraria que se encargará de trasladar los restos a una morgue para que los examinen y le tomen una muestra de ADN. Luego se enviarán esas muestras, probablemente al laboratorio de la Universidad del Norte de Texas y se abrirá una ficha del caso en NamUs.

En el peor de los casos, el cuerpo será llevado a un cementerio comunitario y enterrado como NN.

Correos electrónicos intercambiados por investigadores de Texas. Pedido de acceso a la información pública hecho por Yael Grauer.

A pesar de estas dificultades para la recuperación e identificación de cuerpos en Texas, surgieron iniciativas de universidades y organizaciones sociales como el Centro Forense de Antropología que lidera Kate Spradley en la Universidad de Texas en San Marcos. Allí tiene un laboratorio de antropología forense que recibe los cuerpos migrantes de los condados que no tienen morgue o no cuenta con antropólogos para analizar restos óseos.

Además, tiene un programa que se llama Operación Identificación, en la que el equipo de antropología va a cementerios comunitarios de condados en los que sospechan puede haber enterradas personas migrantes, y realizan exhumaciones.

Por su parte, la Universidad del Norte de Texas (UNT) tiene el centro de identificación humana, que es uno de los laboratorios de identificación genética más grandes de Estados Unidos. Reciben casos de todo el Estado y de otros que mandan a procesar ahí.

Proyecto Frontera

Las familias mayas que viven en la montaña de Guatemala, las madres buscadoras de México, las organizaciones sociales que trabajan con esas familias y funcionarios de distintos gobiernos coinciden en algo. Todos nombran al Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF).

Se trata de una organización no gubernamental y sin fines de lucro que nació en Argentina en 1986, impulsada por las organizaciones de Derechos Humanos que luchaban por identificar a las personas desaparecidas en la última dictadura militar.

Con los años el EAAF se convirtió en el referente científico de la antropología forense en América. Apoya a distintos países de la región en formación y trabajo de campo en casos particulares. Así fue como en 2005 colaboró con la identificación de mujeres víctimas de feminicidio en Juárez y empezaron a sospechar que la dificultad para la identificación de algunos casos tenía que ver con que esas mujeres eran migrantes y sus desapariciones habían sido denunciadas en otros estados o países de la región.

Entonces, en 2009 nació Proyecto Frontera, un programa que tiene el objetivo de crear un mecanismo regional de intercambio de información forense acerca de migrantes desaparecidos y restos no identificados. En palabras simples, intentan generar los medios para que los Estados de origen y los Estados en los que mueren las personas migrantes trabajen en coordinación.

Impulsan la creación de bases de datos forenses en los países de origen con la información genética de las familias que buscan. Forman a forenses locales para dejar capacidad instalada y buscan acuerdos con las morgues en Estados Unidos para cruzar la información genética de los restos que tienen.

Hasta el 31 de marzo de 2023 llevaban documentados 2.059 casos de migrantes no localizados en el camino hacia Estados Unidos.

Estadística Proyecto Frontera 2010 - 30 de junio de 2023
Estadística Proyecto Frontera 2010 – 30 de junio de 2023. — Equipo Argentino de Antropología Forense

En 2010, el EAAF le propuso a la oficina del forense del condado de Pima trabajar en conjunto en la recolección y cruce de ADN y la oficina aceptó de inmediato. Encontraron un método muy simple: como ambas organizaciones trabajan con el mismo laboratorio forense en Estados Unidos, autorizan a ese laboratorio a cruzar los perfiles genéticos de las familias que tiene el EAAF con el de los restos que tiene Pima; de esta forma ninguno accede a la información de los perfiles genéticos del otro. Así se hacen cruces masivos de ADN y han logrado más de 100 identificaciones en estos 13 años.

También trabajan con el equipo de Kate Spradley y con el laboratorio de la Universidad del Norte de Texas. A través de este último lograron un objetivo que venían persiguiendo hace años: CoDIS.

La base del FBI

Combined DNA Index System (CoDIS) es una base de datos de Estados Unidos que reúne información de perfiles genéticos, es decir, ADN. Está administrada por el FBI, pero tiene tres niveles: nacional, estatal y local.

Usar CoDIS para la identificación de personas migrantes que murieron cruzando la frontera ayudaría a obtener más identificaciones. Para eso deberían ingresar en el sistema los ADN de las familias que buscan.

Pero las reglas del FBI estipulan que las muestras de posibles familiares que hayan sido tomadas por organismos ajenos a instituciones policiales no pueden ser incluidas. Además exigen nombre, apellido, dirección, y otros datos personales, sobre las personas de las familias que aportan el ADN, que en muchos casos son indocumentadas.Falta de datos y discriminación: autoridades de México fallan en la búsqueda de migrantes desaparecidos | Público

Por eso en 2018 el EAAF, junto a más de 40 organizaciones de la sociedad civil de Estado Unidos, México y América Central, con la asistencia legal de la Clínica de Derecho de la Universidad de Berkeley, pidieron una audiencia a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para discutir este tema.

En su intervención Mercedes Doretti cerró su discurso diciendo: «Estados Unidos tiene la capacidad técnica y los recursos para llevar a cabo esta comparación genética a gran escala. Esto no solo podría servir a las familias de los migrantes desaparecidos, sino también dar un ejemplo destacado de cooperación forense internacional que puede ser un modelo para otros corredores de migrantes alrededor del mundo».

A partir de ese momento tuvieron algunos avances en las negociaciones con autoridades de los EEUU y pudieron trabajar en protocolos y acuerdos de protección de la privacidad para comenzar con el cruce de las muestras genéticas.

Además, como el laboratorio de la Universidad del Norte de Texas administra el nivel local de CoDIS, se abrió la posibilidad de extraer los casos locales que administra la Universidad y cruzarlos con las familias que gestiona el EAAF.

Falta de datos y discriminación: autoridades de México fallan en la búsqueda de migrantes desaparecidos | PúblicoEl Equipo Argentino manda los documentos con los perfiles genéticos de los familiares, la descripción física de la persona desaparecida, información de parentesco de los donantes y su consentimiento informado, el testimonio de la cadena de custodia, entre otros, y UNT analiza esos documentos. Si encuentran que está todo ok lo suben a la base humanitaria de CoDIS para hacer el cruce.

«En febrero de este año empezamos a ingresar nuestros casos y ya llevamos casi 100 casos ingresados», dice Mercedes Doretti, coordinadora del Proyecto Frontera del EAAF, entrevistada para esta investigación.

Entre octubre de 2019 y septiembre de 2022 más de 1589 migrantes murieron intentando cruzar la frontera sur de Estados Unidos. Doscientos muertos menos que los que dejó el Huracán Katrina Estos datos surgen de un pedido de acceso a la información pública a la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) de los Estados Unidos, hecho para esta investigación. Los restos de estas personas, si ya se encuentran en territorio estadounidense, pueden terminar en una caja de cartón, cremados, o en una fosa común sin que sus familiares se enteren.

Ofelia Muñóz Valenzuela vivía en Veracruz, México, tenía una hija y un marido que las golpeaba. En 1997 decidió escapar. Dejó a su niña con la abuela y emprendió el camino hacia Estados Unidos. En el primer intento se topó con migración y la deportaron. Lo iba a volver a intentar, le dijo a su hija en la última llamada telefónica que tuvieron.

En el 2011 en una oficina de un sheriff de un condado de Texas durante una limpieza general encontraron un cráneo. Alguien se lo había dado a un policía en el 98, y éste lo guardó en una taquilla: era de alguna persona migrante que había muerto en el desierto. Lo mandaron a identificar. En el 2018 se supo que era Ofelia.

Elena, su hija, paso 20 años sin saber qué le había ocurrido a su madre.

 

El drama y la desesperación de la migración de Guatemala a EEUU

Caravana de madres centroamericanas retoma búsqueda de sus hijos desaparecidos en México - Diario Versión Final

La migración de Laura y su hermano inició hace 13 años. Querían ir a Estados Unidos para enviar dinero a su familia, como muchas personas en Guatemala. Pero no lo lograron. Como ella, al menos 817 migrantes guatemaltecos desaparecieron entre 2010 y marzo de 2023. La misma Cancillería del país reconoce que hay más, que ese número —que surge de los reportes de desaparecidos ante su oficina— es un subregistro.

Entre ese trailer, la montaña de Guatemala, la desesperación y la tristeza de la búsqueda de hijos e hijas desaparecidos transcurre este texto.

15 de enero de 2009

Laura Coc tiene 18 años y se postula para ser reina de belleza de su aldea, en Xesuj, San Martín Jilotepeque, Guatemala. Lleva el pelo negro, peinado con simpleza: raya al medio y recogido en una coleta baja. Viste, como sus contrincantes, un traje tradicional: el huipil, la cintura bien marcada con una faja de flores y la falda larga. Se para un poco de costado para la foto que va a inmortalizar su participación en el concurso de belleza 2008-2009. Con una sonrisa tímida mira a la cámara y espera.

Una fotografía de Laura Coc

Amanece en el desierto de Arizona. Del borde del cielo brota la luz del sol proyectando una gama de naranjas sobre el paisaje uniforme. Las siluetas de los cactus parecen soldados a la espera. El cuerpo sin vida de Laura Coc yace debajo de un arbusto lleno de espinas. Su hermano la dejó ahí cuando se dio cuenta de que si no buscaba ayuda moriría él también.

27 de marzo de 2023

Un forense del Condado de Pima, en Arizona, Estados Unidos, saca una caja de una pila que llega hasta el techo de un trailer de camión. Al costado, debajo del hueco que sirve de manija, la caja tiene una hoja pegada con un número de caso. El forense levanta la tapa y saca un cráneo que forma parte de restos humanos sin identificar.

Cada día, durante los últimos 13 años de su vida, cuando escucha a los perros ladrar en su casa arriba de la montaña en Guatemala, Román Coc piensa que es Laura, su hija. ¿Sabrá encontrar la casa?, se pregunta, porque hace un tiempo cambiaron la entrada.

El cuerpo de Laura, los huesos de Laura, la ropa de Laura. Nada de eso se encontró.

¿Cuántas como Laura?

Sólo entre 2010 y marzo de 2023 se reportaron ante el Ministerio de Relaciones Exteriores de Guatemala 817 personas desaparecidas en otros países. Más de la mitad tenía entre 18 y 30 años, y salieron de sus casas en los departamentos de Guatemala, Quetzaltenango, Huehuetenango y San Marcos. Los últimos dos están en la frontera con México.

De ellas, 52 eran mujeres. Pero estos datos no son públicos ni accesibles para las familias: se consiguieron a través de solicitudes de acceso a la información pública realizados para esta investigación ante la Cancillería de ese país.

Cuando Román Coc fue a hacer la denuncia al Ministerio de Relaciones Exteriores de Guatemala le dijeron que se quedara tranquilo, que la iban a buscar. Andrés se llamaba el hombre que lo atendió y le dio un número de teléfono. Pero cuando llamó, le dijeron que había ‘cambio de licenciados’. Andrés ya no estaba para atenderlo. «Mi caso no sé si le dieron seguimiento. Porque ellos se comprometieron a que me llamaban. En 13 años recibimos cuatro llamadas al inicio y después ya no más».

Román Coc sólo ha recibido en 13 años cuatro llamadas de los responsables de la búsqueda de su hija. Fue al principio, después nada.
Román Coc sólo ha recibido en 13 años cuatro llamadas de los responsables de la búsqueda de su hija. Fue al principio, después nada.

En ese mismo ministerio existe un subregistro de los migrantes guatemaltecos desaparecidos, reconocido por el vicecónsul de la Cancillería, Geovani René Castillo Polanco, en una entrevista realizada para esta investigación:

— ¿Le parece un número real o puede haber más?
— Puede haber más. Es lamentable decirlo pero en el desierto se encuentran muchos cuerpos apilados. A veces los mismos compañeros migrantes los sepultan, a veces los coyotes [traficantes de personas] los desaparecen. Pero esa cifra no es real, hay cifras más abultadas.

Sin embargo, el subregistro no es potestad sólo de Guatemala. Los migrantes reportados como desaparecidos en México entre 2017 y 2022 varían de acuerdo a quién se le pregunte. Pueden ser 1.270 según fiscalías estatales, o 124, como lo reporta en su base pública la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB).

Captura de la base pública la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB)
Captura de la base pública la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB).

Después de seis meses de solicitudes de entrevistas para consultar sobre la discrepancia de estos números, Sonja Perkič, Directora General de Acciones de Búsqueda de la CNB, respondió: «La cifra que nosotros manejamos en nuestra dirección de búsqueda de migrantes son alrededor de 1.300 personas, justamente caracterizando los casos de los que tenemos conocimiento y damos seguimiento y que luego se está haciendo su búsqueda».

La funcionaria, entonces, reconoció que tienen muchos más casos de los que están en su base pública. Sin embargo, al pedirle esos datos se negó a compartirlos, aduciendo que la base se encontraba en una «fase de homologación».

La única certeza es que México no sabe cuántos migrantes desaparecidos tiene, ni cuántos de ellos fueron hallados muertos. Y Guatemala reconoce no tener información sobre cuántos de sus ciudadanos que migraron desaparecieron en otros países.

El vicecónsul Castillo Polanco explicó que la mayoría de los guatemaltecos desaparecidos se reportan en la frontera entre México y Estados Unidos: «Ese tramo del desierto es uno de los tramos más peligrosos, inclusive a nivel mundial. Se lo llama el paso de la muerte, es donde hay más pérdidas de vidas humanas». Datos de la Organización Internacional de las Migraciones concuerdan: la ruta hacia Estados Unidos es la tercera ruta más peligrosa del mundo.

Morgues colapsadas y un subregistro en la base nacional de personas desaparecidas en México | PúblicoEn tres años (2019, 2020 y 2021) la cantidad de migrantes muertos en la frontera se triplicó: pasó de 255 a 900, según datos otorgados por CBP (Customs and Border Protection), ante un pedido de acceso a la información pública. El impacto de las políticas públicas migratorias de Estados Unidos: militarizar toda la frontera y dejar abiertas las zonas más peligrosas e inhóspitas no logra un efecto de disuasión y además aumenta el número de muertes.

En los últimos 22 años, según información otorgada por la Secretaría de Relaciones Exteriores de México, la frontera de Tucson, por el desierto de Arizona (EEUU), ha sido donde más reportes de inmigrantes muertos se tienen con 3.053 del total de 7.773. Es decir, casi el 50% de los migrantes que fallecieron en la frontera de Estados Unidos murieron en el mismo desierto que Laura Coc.

En la montaña de Guatemala

Para llegar a la casa de Román Coc hay que recorrer un camino de montaña con paisaje de pinos y volcanes. Curvas y contracurvas que cambian el punto de vista demasiado rápido. Son casi dos horas conduciendo desde Ciudad de Guatemala, pero en coche sólo se puede llegar hasta una proveeduría solitaria, el resto del trayecto toca hacerlo caminando por un sendero empinado. Son un poco más de quinientos metros donde sólo se escucha el crujido de las pisadas sobre las hojas caídas, el canto de los pájaros y el sonido de unas sierras lejanas.

Román tiene 69 años, 10 hijos, 21 nietos y una expresión de hombre afable. Vive en esa aldea hace 40 años, se mudó allí al poco tiempo de casarse para escapar de la violencia que había en las tierras en las que creció. La casa la construyó él mismo, al principio algo más humilde, pero con los años la fue agrandando. Tanto que allí viven varios de sus hijos y nietos.

Toda su vida trabajó como agricultor, sembrando maíz, frijol, café, naranjas, duraznos, bananas. Pero para sus hijos fue difícil. En Xesuj no hay trabajo y si hay está mal pago. «Ellos quieren cositas bonitas o hacer sus cosas que ellos desean», dice Román.

Esa fue una de las razones por las que a los 21 años Laura, su hija, decidió irse a Estados Unidos.

— ¿A qué vas? -le preguntó él.
— Yo voy para ayudarlos, sacarles adelante.

«Pero no fue así», dice hoy sentado en una silla de madera en el patio que separa la cocina comedor de las habitaciones. En una de esas habitaciones el piso está lleno de hojas de pino. En un rincón, una cama, y en el otro un altar con la foto de Laura en el concurso de belleza. Afuera, apoyado sobre la pared, hay un calendario que dice: envíos de Guatemala a Estados Unidos. El patio de Román está lleno de colores: paredes pintadas de amarillo, cortinas rojas, macetas de flores, y una soga con ropa colgada secándose al sol. Parecida a la ropa que vestía Laura el día que se fue.

Román Coc sentado en una silla de madera en el patio que separa la cocina comedor de las habitaciones.
Román Coc sentado en una silla de madera en el patio que separa la cocina comedor de las habitaciones.

Laura en el desierto

Román sabe sólo una parte de lo que pasó ese día en el desierto.

El hermano de Laura intentó pedir ayuda. «Pero quién le puede oír a uno en el desierto», dice Román.

El chico acomodó el cuerpo debajo de un arbusto, rompió una playera, que llevaba en su mochila y dejó marcas en el camino para poder regresar. Caminó en dirección a la frontera mexicana. Recuerda que se topó con una carretera: los coches como una marea atravesaban el desierto, nadie le prestó atención. Logró encontrar un puesto de migración y ahí dice que suplicó que fueran a buscar a su hermana, pero no le hicieron caso.

La cronología que hace el padre sobre lo que le explicó el hijo se vuelve difusa, pero cuenta que en algún punto el chico pudo volver donde había dejado a su hermana y ella ya no estaba, sólo quedaba uno de sus tenis.

Luego lo deportaron.

«El desierto le quitó a su hermana y él sentía que tenía que ir de nuevo al desierto», dice Román sobre su hijo que ha intentado irse a Estados Unidos varias veces más pero nunca ha logrado cruzar.

A tres mil ochocientos kilómetros de distancia del patio de Román, atravesando Guatemala, México y el desierto de Arizona, en Estados Unidos, hay otro patio de cemento. Es un estacionamiento. Ahí está el trailer plateado que de tan impecable —por fuera— refracta los rayos del sol, encandilando a las personas que pasan caminando. Es el patio de la oficina del sheriff del condado de Pima, Gene Hernández, donde guardan cajas de huesos de personas migrantes que aún no fueron identificadas.

Sentado en su escritorio, Gene entra a su computadora, abre un mapa, presiona el botón buscar y el estado de Arizona se inunda de tantos puntos rojos uno sobre otro que parecen un derrame de pintura. Cada punto marca el lugar en el que encontraron restos de personas.

Gene Hernández, sheriff del condado de Pima, Arizona, Estados Unidos, frente a su escritorio con un mapa de Arizona
Gene Hernández, sheriff del condado de Pima, Arizona, Estados Unidos, frente a su escritorio con un mapa de Arizona.

El mapa interactivo fue desarrollado en conjunto por la oficina del Forense de Pima y Humane Borders, Inc, que está alimentado por una base de datos que muestra todos los casos de migrantes fallecidos que recibió la oficina de Gene. Hasta junio del 2023 había 4.005, el caso más antiguo es del 25 de noviembre 1981 y aún sigue sin identificar.

— ¿Cómo es posible identificar a alguien que llegó hace tanto tiempo?
— Necesitamos la ayuda de las familias. Las familias nos tienen que hablar para decirnos que están buscando sus parientes, y que nos manden una muestra de ADN para compararlos con los que tenemos aquí.

Las cajas marrones con su respectiva etiqueta están en un trailer de la morgue por falta de espacio. En 2024 abrirán una nueva oficina y entonces los trasladarán. «Todas estas personas están esperando para ser identificadas», explica Hernández.

Migrantes que, aún desaparecidos para sus familias y muertos en una caja, siguen esperando.