Dios y la ciencia… ¿la batalla la gana el mercado?

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En estos tiempos se sigue dudando y se discute si Dios existe o no existe, o, si la ciencia es la verdad que debe perseguir las personas en su camino terrenal como único relato preexistente para sus preguntas.
Uno podría decir que Dios y la Ciencia dominan y mandan en ese aspecto sobre los mortales humanos, en uno y otro bando. Pero quién manda ocultamente sobre todos y cada uno de nosotros es “El mercado”, no discrimina entre creyentes, agnósticos, ateos, creacionistas o evolucionistas, a todos abarca. Sus dirigentes son un poder oculto imposibles de ser reconocidos por un mortal, una muy buena triada imposible de descifrar.
Poco sabemos o queremos saber de la celebrada sociedad de consumo la que nos impone modas, la que nos impone productos, insumos, nos marca modas y estilos de vida, y, donde su ritual sagrado pasa por el “rating”, la estadística sagrada que minuto a minuto nos influye y nos doméstica. Por ese supremo o ente invisible y todopoderoso llamado “Mercado” todos los seres vivientes trabajamos más horas de las que deberíamos, para comprar cosas que no necesitamos, la diosa sociedad de consumo.
Ese ente ya subyugo a la ciencia a la cual obliga como fiel servidora a ofrecer las fórmulas para que siga siendo un monstruo de varias cabezas, Una pena, avanzamos hacia un mundo más materialista, menos espiritual, y menos cientista, en donde quien manda es el “dios dinero”, en donde: «tanto tienes, tanto vales», y por tanto se pierden valores, es el vale todo, sólo en este siglo XXI interesa la sociedad de consumo.
Pero la sociedad de consumo ha logrado incluyo capturar la voluntad autónoma en los seres vivientes, su fe, lo que es íntimamente perteneciente a su propio ser. Parménides de Elea, el filósofo griego del siglo VI antes de Cristo, ya lo advertía en su única obra “Sobre la naturaleza”.
En el altar del modernismo “cool”, de lo urgente y lo inmediato, de la felicidad a la carta, de la sanación y milagros el mercado los crea a medida del cliente, así vemos que los nuevos ricos, con su proverbial condición mersa modernosa consumen “flores de bach”, van a meditar a la India con algún gurú de ocasión, hacen retiros espirituales en el Uritorco o algún lugar mágico, todo ello impuesto por el consumismo de mercado.conmciencia capitalista
Pero el mercado tiene para todos los gustos y condiciones sociales a los que menos tienen así aparecen telepredicadores y vemos el auge de sucuchos evangélicos en el Gran Buenos Aires, que han hecho de los evangelios un negocio, hay cientos, como hongos después de la lluvia emergen, ofrecen la felicidad instantánea, el paraíso terrenal ya y ahora mismo, como por arte de magia, han pasado a ser el diván del pobrerío pauperizado, los drogones y reventados que van a exorcizar sus demonios, los desesperados ante un cáncer o una enfermedad incurable que se tiran un lance a ver si se consuma el milagro, los adictos al juego, ex alcohólicos, todo un amasijo de almas llevadas por la desesperación a hacer catarsis y buscar la sanación y el milagro rápido, sin demoras ni promesas del más allá. Mientras la Iglesia Católica Apostólica en cambio promete un vía crucis, una vida de sacrificios y penurias en aras de la redención eterna tras la muerte, nada más equivocado de lo que predico ese hombre hace dos mil años. Eso explica que cada vez menos «fieles» se congregan en los templos, es una cosa común en Europa, la mayoría de la gente dice seguir creyendo, se suele escuchar: “…lo que pasa es que la iglesia no nos da las respuestas que buscamos. Además las reglas que quieren imponer van en contra de una cultura liberal como la que tenemos…”, lo que sucede es que el “mercado” les puede más, ese espejo es más atrayente.
Todo ello conspira a favor del mercado, entonces se comprende porque las personas sienten felicidad en lo que la sociedad de consumo le ofrece y les da. No importa esa felicidad es momentánea, pero no duradera ya que la sociedad de mercado prontamente llenara ese vacío con otra u otras mendacidades que solo a personas esclavizadas de este siglo XXI.
El siglo XXI ha sido llamado por muchos pensadores el siglo bisagra y en este tema Dios-Ciencia que tanto se ha hablaba y tantas tintas se han gastados en el siglo anterior, por ahora en ese debate, entre Dios y la ciencia por ahora la batalla la gana el mercado.

 

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