El poder: eso que manda
El gobierno ha insistido en infringirse errores que pudieron haberse evitado tan solo con haber sido consecuentes con sus propias declaraciones antes de llegar a serlo. Súmese el estratégico desatino de no haberse librado del miedo que significa tomar medidas que enojen a la derecha. Lo que diga la izquierda a Gabriel Boric le interesa bien poco, conocedor como es de su casi irrelevancia, cuando no de su domesticación.
Las primeras señales las comenzó a dar el gobierno cuando partidos que han sido confesos culpables de todo lo que la gente aborrece comenzaron a tomar grandes porciones de poder al interior del gobierno, al extremo de desdibujar sus originales configuraciones.
Antes había presos políticos, ahora son delincuentes. Antes era aborrecible el Estado de Emergencia en el Wallmapu, hoy es una necesidad legítima. Antes fue terminar con el CAE, ahora su condonación es un estímulo al buen pagador. Antes era necesario terminar con Carabineros, hoy, basta con una manito de gato.
Convengamos que no es fácil ser gobierno. Sobre todo, si se quiere evitar hacerlo con esa extraña y extinta manera en la que se hacía coincidir lo que se decía con lo que se hacía. Un médico de lentes de gruesos marcos pagó son su vida esa excentricidad.
Poco tardaron los jóvenes intrépidos y graciosos en aprender lo que la derecha y la exConcertación/Nueva Mayoría conoce al dedillo y usó con soltura y precisión: da lo mismo lo que se haya ofrecido, lo que vale es lo que se finalmente se hace: la gente parece inmune a la mentira. Da la impresión de que le gusta. Y he aquí como es de interesante aventurar las razones del porqué una persona dice blanco y termina haciendo negro. Una persona o un gobierno.
En el caso de la derecha, esa es una condición de su genética mentirosa, fraudulenta, cruel y cínica. En el caso de la exConcertación/Nueva Mayoría, se explica por la intercesión de la influencia de la CIA y el Departamento de Estado en su regazo, tanto como por el apetito que les abrió pasar a ser ricos y poderosos, cambiarse de barrios y codearse con la crema de la crema.
Resulta evidente que estos jóvenes ingresaron al ruedo de la política cuando cayeron en cuenta de algo trascendente: que es desde este dominio desde donde las cosas se pueden cambiar; que las marchas sólo cambian el sentido del tránsito y que, en el estado deplorable de los políticos corruptos hasta la madre, con las necesidades evidente de democratizar el país, se hacía necesaria una voz que se diferenciara de todo lo que treinta años de posdictadura habían criado.
Atinadamente esa gente que ahora dirige el país se propuso ser gobierno y dispusieron sus esfuerzos en esa propuesta. Y he aquí que la cruel realidad hace diferentes dos conceptos que muchos dan por sinónimos: gobierno y poder. No era lo mismo. No es lo mismo. Si hay que adjudicar a la izquierda algún pecado macizo es el no proponerse el poder como estrategia y ni siquiera discutir la idea. Los huevos, escasos, hueros, han sido puesto en la disputa por el gobierno y, peor aún en migajas de éste.
Porque si hemos de brindarle una función a un poder nacido desde la gente organizada y seducida por una idea de país, es precisamente construir esa idea, lo que, de paso y necesariamente, significa deconstruir lo que había.
Entonces creer que se puede deconstruir el neoliberalismo mediante un gobierno tembleque, que no tiene ni por lejos el apoyo mayoritario de la gente como sería en el caso de un proyecto de mayor alcance, es pecar de una ingenuidad de marca mayor. Y, por cierto, en el caso en que no se lo haya propuesto siquiera, más allá de los eslóganes que dan para un barrido y un fregado.
No.
Mediante un gobierno que no se propone sino limitar consigo mismo, que no está inserto en una estrategia mayor, que no ha sido capaz, ni siquiera se lo ha propuesto, de ordenar al pueblo detrás de su proyecto y peor aún, pegotea al interior de su entramado a numerosos sujetos que vienen de ese pasado que se dijo superar, no será sino otro gobierno en el mismo sentido de los anteriores.
Y entonces queda claro lo que es el poder: eso que determina lo que hay que hacer, así sea que haya otros en el gobierno.
* Escritor y periodista chileno. Estudió Física y Matemáticas en la Universidad Técnica, es asesor del Colegio de Profesores, autor de “El Coa y el Lenguaje de la Calle.