Hace12.650 años en Uruguay coexistieron dos grupos humanos con distinta cultura y tecnología lítica
Un estudio sobre puntas de piedra de proyectiles revela que en nuestro territorio, hace unos 12.500 años, habrían coexistido, junto a quienes desarrollaron la tecnología de las puntas cola de pescado, otros pobladores con una cultura distinta. El trabajo, además, permite afinar la mirada sobre esta tecnología de tallado en el resto de América del Sur durante los primeros estadios de su poblamiento.
Hay un viejo chiste que le encantaba contar a Eduardo D’Angelo. Llega un hombre a una casa de antigüedades y pregunta “¿qué hay de nuevo?”. En el mundo del humor ingenuo funciona. Y en el de la arqueología también. Revisando lo antiguo emerge lo nuevo. Y en el caso del trabajo recientemente publicado por los arqueólogos Rafael Suárez y María Julia Melián, eso se da por partida doble: no sólo su estudio de unas puntas de proyectiles de piedra de hace unos 12.000 años arroja nueva información, sino que el trabajo surge tras revisar puntas antiguas ya colectadas y depositadas hacía más de tres décadas en la colección de su facultad.
Publicado en la revista PaleoAmerica con el nombre “Puntas triangulares apedunculadas y acanaladas en Uruguay y su relación extra regional: ampliando la diversidad tecnológica durante el Holoceno temprano de América del Sur”, el artículo de los dos investigadores del Departamento de Arqueología de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República no sólo complejiza y enriquece el panorama de quienes ya correteaban, cazaban y soñaban en este territorio en las primeras etapas de su poblamiento, sino que además alerta a los colegas del sur americano sobre la presencia de una tecnología de tallado de piedra que antes se pensaba que era patrimonio exclusivo de los grupos conocidos como Cola de Pescado.
Antes de que piensen algo raro, como que los pobladores tempranos de América de Sur tenían colas similares a las de los peces, digamos que es frecuente en arqueología nombrar a grupos humanos con base en las puntas de proyectiles que fabricaban, dado que en muchas ocasiones son la mayor evidencia de su presencia, debido a que las puntas de piedra resisten mejor el paso de los siglos que productos culturales fabricados con madera, cuero u otros materiales. Las técnicas empleadas para el tallado de los artefactos de piedra se conocen como tecnologías líticas. Como estas tecnologías se transmitían dentro de los grupos, pasando de generación en generación, la forma de tallar las herramientas es también un rasgo cultural identitario.
Los grupos Cola de Pescado se denominan así porque las bases de sus puntas tienen justamente la forma de la cola de un pez (como en ciencia el inglés lo tiñe todo, estos grupos son conocidos como Fishtail). Pero había muchos otros: en Estados Unidos están los grupos Clovis y Folsom, que en lugar de adquirir el nombre por la forma de sus puntas, refieren a las localidades donde por primera vez se reportaron esas puntas con unos rasgos ‒y una tecnología‒ distintiva.
En Uruguay tenemos dos ejemplos también de grupos que reciben el nombre de las localidades de Artigas donde se reportaron sus puntas particulares, los grupos Tigre, que tallaron sus puntas entre los 12.000 y los 11.300 años antes del presente, y los grupos Pay Paso, que desarrollaron una tecnología propia de puntas entre los 11.000 y los 10.300 años antes del presente.
El trabajo de Suárez y Melián agrega al poblamiento temprano de este territorio otro grupo con una tecnología propia de tallado, que en este caso no tiene un nombre muy atractivo: serían el grupo Puntas Triangulares Apedunculadas. Y si bien esas puntas ya se habían reportado en este territorio, la revisión de estas puntas en el sur del continente por parte de nuestros arqueólogos permitió asignarles a estos grupos una ventana temporal para su presencia.
Flores nuevas de puntas viejas
“Todo empezó en 2019, cuando dimos en el laboratorio de la Facultad con una caja con puntas recolectadas por Antonio Taddei en 1980”, dice Rafael Suárez. “Al abrirla nos encontramos un fragmento de punta cola de pescado, pero también había una de estas puntas triangulares apedunculadas que se había encontrado en el sitio del arroyo Ramírez, cuando se realizaron los relevamientos previos a la construcción de la represa de Palmar”. Recolectada en diciembre de 1980, la punta triangular aguardó con paciencia. Y también contó con una ayudita del azar.
“Justo coincidió que poco antes había ido al desierto de Atacama a un congreso sobre poblamiento temprano”, recuerda Suárez. “En esa ocasión vi estas puntas triangulares apedunculadas características de ese desierto, de las que siempre se había dicho que eran una adaptación local y regional de la Puna”, afirma. Sin embargo, al volver del congreso, el azar o la serendipia hicieron lo suyo. “Agarré esa caja de la colección y en una de las bolsas estaba esa punta. Y entonces empezamos a estudiarlas con Julia. Ya teníamos algunos registros y al empezar a revisar las colecciones aparecieron muchas más”.
Como demuestra el trabajo, en el que analizan 63 puntas triangulares apedunculadas de Argentina, Chile, Perú y Brasil con dataciones de radiocarbono, estos artefactos de piedra tallada se distribuían por una amplia región “que incluye áreas tan diversas como la Puna del noroeste de Argentina, el norte semiárido de Chile, el noroeste de la provincia de San Juan en los Andes argentinos, la Patagonia argentina, la Pampa argentina, el noreste de Brasil, entre otros”, y evidentemente, las llanuras de nuestro país.
En Uruguay sabemos de la presencia de las puntas triangulares apedunculadas desde finales del siglo XIX. “José Figueira fue el primero en publicar un registro de puntas cola de pescado en Uruguay. Y en 1892 publicó el registro de cuatro puntas triangulares sin tallo”, dice Suárez. “Figueira tenía más de 5.000 puntas y publicó entonces una tipología. Una de las que define son estas puntas, a las que llamó ‘puntas triangulares’. En aquel entonces dijo que no eran muy abundantes en Uruguay, y realmente, no lo son”.
Como dato curioso, al menos para el montevideano actual, las primeras de estas puntas antiguas reportadas aparecieron muy cerquita: en el arroyo Miguelete y en Colón. “En 1892 aquel sería un lugar muy distinto, un lugar prístino; el arroyo Miguelete era como una cañada en el medio del campo”, comenta Suárez.
Luego, a esas puntas reportadas por el pionero a fines del siglo XIX, se sumaron algunas otras, al punto que para el trabajo reconocen 24 registros en el país. Pero como indican en el artículo, si bien “las puntas triangulares apedunculadas han sido ampliamente conocidas durante varias décadas como artefactos pertenecientes a cazadores-recolectores del Holoceno temprano de varias regiones de América del Sur”, en Uruguay, hasta esta investigación, no había habido “un esfuerzo sistemático para describir en profundidad esta clase de artefacto”. Ahora el esfuerzo se hizo, y aquí lo contamos entusiasmados.
Antiguas y suprarregionales
Teniendo apenas 24 registros de estas puntas en el país, y más aún, habiendo trabajado directamente con sólo 11 puntas triangulares apedunculadas ‒a las otras no pudieron acceder‒, Suárez y Melián ampliaron su mirada.
“Lo que tratamos de hacer fue salir de nuestra microrregión de investigación y tener una mirada suprarregional”, explica Suárez. Y el asunto no es menor, dado que en Uruguay estas puntas han aparecido en superficie, es decir, a nivel del suelo, salvo aquella recolectada por Taddei en 1980 que dio inicio a esta investigación. ¿Y qué problema hay con que aparezcan esparcidas por el suelo? Que no hay un contexto arqueológico que permita asignarles su antigüedad.
Y ahí nuestros vecinos y sus puntas son de extrema utilidad. “En el contexto sudamericano a estas puntas se las considera un marcador cronológico, tanto en la Puna argentina como en el desierto de Atacama”, dice Suárez. En su trabajo se reportan 63 dataciones de radiocarbono de puntas triangulares apedunculadas. “Esto nos permite ubicar estas puntas en un período que va desde los 12.650 años antes del presente hasta aproximadamente los 9.900 años antes del presente en esa región. En otras regiones aparecen en otros momentos”, comenta.
Ya volveremos sobre la antigüedad de estas puntas, porque es uno de los grandes aportes del trabajo para pintar el panorama del poblamiento de nuestro territorio. Pero ahora volvamos a lo regional.
Nuestros antepasados tampoco respetaban la burbuja ni reducían la movilidad
La mirada ampliada les permitió observar también la distribución de estas puntas y de sus hacedores. “Vimos que aparecen desde la costa pacífica hasta la costa atlántica. Están en la Puna, en el desierto de Atacama, en Uruguay, en la Pampa, en la Patagonia, en el este de Brasil. Es decir que esta tecnología de puntas triangulares apedunculadas circuló por una región amplia”, informa Suárez.
Queda de manifiesto entonces que si estas puntas fueran el actual coronavirus, los antiguos pobladores tempranos de estas tierras no mantenían cerradas sus burbujas. Y que había una movilidad más alta de la que pensábamos. “Obviamente los grupos de Piauí, del este de Brasil, no tenían contacto con los grupos de la Patagonia, pero quizá tenían contacto con grupos de Mina Gerais, que a su vez tenían contactos con los grupos de Uruguay, que tenían contacto con los de la Pampa. De esa manera la tecnología circulaba en estas redes de comunicación”, dice Suárez.
Cuando se piensa en el poblamiento temprano del continente casi siempre salta un eje norte-sur. Los humanos llegaron por el estrecho de Bering, y luego fueron bajando y conquistando territorios. Sin embargo, este trabajo muestra también una circulación en el eje oeste-este: estas puntas van de costa oceánica a costa oceánica y se extienden más a lo ancho de América del Sur que longitudinalmente.
“En el artículo planteamos que los investigadores, y nosotros también, debemos comenzar a considerar que estos grupos humanos que utilizaron la tecnología temprana de puntas triangulares apedunculadas integraron redes sociales de comunicación a grandes distancias, porque estos grupos comparten la ubicación de sitios en espacios abiertos, por ejemplo las praderas, independientemente de la altitud, como se había sugerido para los Andes, y del ambiente en sí”, dice el arqueólogo. “Por eso proponemos que la movilidad, el uso del espacio, no se reduce a una zona andina y a un eje norte-sur, sino que consideramos desplazamientos de estos grupos humanos en el eje este-oeste, desde la zona de los Andes hasta las planicies de Uruguay. Y que esa movilidad se dio en ambos sentidos”, agrega.
Uruguay, zona de encuentros
“Una vez que se registran estos diseños en un sitio, y se sabe la cronología, luego se puede inferir su antigüedad por la similitud con las de otras regiones. Eso es lo que hacemos aquí. Al haber encontrado en nuestro país estas puntas que en la región andina se ubican entre los 12.600 y los 9.500 años antes del presente, sabemos que esa es su cronología más probable, porque las puntas son marcadores cronológicos” apunta Suárez.
“Al encontrarlas acá en superficie podemos extrapolar y saber que estamos hablando de una tecnología temprana, y más aún cuando aparece la acanaladura, ya que es un rasgo tecnológico que comparten tanto los grupos que confeccionaban estas puntas como los grupos Cola de Pescado”, complementa. Y allí radica otro de los grandes aportes de esta investigación: en la mitad de las puntas triangulares apedunculadas que estudiaron Suárez y Melián, aparecieron acanaladuras.
La acanaladura es un tallado en la base de la punta que se realiza con el objetivo de que el agarre con el mango sea más eficiente. De paso, recordamos que aquí, hace unos 12.000 años, no hablamos de puntas de flecha, tecnología que llegaría mucho tiempo después, sino de proyectiles que eran arrojados con lanzaderas. “La acanaladura es una técnica que previamente se había registrado en los grupos Cola de Pescado pero que aún no se había registrado en otros grupos de América del Sur”, dice Suárez. Y por ello su trabajo es tan importante: por primera vez registraron la tecnología de la acanaladura en puntas tempranas de un grupo distinto al Cola de Pescado. Pero además hay un aditivo extra.
Los grupos que realizaban puntas cola de pescado en Uruguay se ubican entre los 12.900 y los 12.200 años antes del presente. Estos grupos dominaban la tecnología del acanalado para hacer más eficiente el enmangado. Por otro lado, en el país había grupos que fabricaban puntas triangulares apedunculadas, que según las fechas podrían ubicarse entre los 12.650 y los 9.000 años antes del presente. Y estos últimos grupos, además, también recurrían a la tecnología del acanalado en sus puntas.
“Dado que ambos grupos comparten esta tecnología de la acanaladura, lo que sugerimos es o bien que estos grupos se conocieron, mantuvieron contacto e intercambiaron información tecnológica sobre cómo hacer las bases de las puntas para enmangarlas, o bien que los grupos que hacían estas puntas triangulares apedunculadas son una continuidad de los grupos Cola de Pescado”, reflexiona Suárez.
“La hipótesis que planteamos es que en nuestro territorio estas dos tecnologías y estos dos grupos convivieron durante unos 450 años, desde el 12.650 hasta el 12.200. Ambos grupos pudieron haber tenido contacto, pudo haber habido intercambio de bienes, de rocas, de personas y de tecnología”, sostiene.
Coexistencia, intercambio o continuidad. Dominio de una misma técnica. Pero además hay otra similitud entre los Cola de Pescado y los Triangulares Apedunculados: “Ambos grupos utilizaban preferentemente las mismas rocas para hacer sus puntas, las calizas silicificadas o sincretas”, dice Suárez.
Uno podría pensar que eso podía deberse a una limitante de la oferta de rocas de nuestro suelo. Pero no es así. “Los grupos Tigre y los grupos Pay Paso, que vienen después, prefieren usar otro tipo de rocas para sus puntas, que son las areniscas silicificadas. Esto es interesante porque marca un nexo también en el uso de materiales entre las tecnologías cola de pescado y de las puntas triangulares apedunculadas”, enfatiza Rafael.
Recalculando
¿Cómo queda el mapa de la ocupación temprana de este rinconcito sudamericano con esta investigación? “Según los datos que tenemos, podemos decir que en nuestro territorio se dieron primero tecnologías anteriores a la cola de pescado. Luego, hacia el año 12.900 antes del presente, emerge la tecnología cola de pescado. 250 años después aparecen estas puntas triangulares apedunculadas. Luego viene la tecnología tigre, que va desde hace 12.000 años hasta el 11.300 antes del presente, y luego la tecnología pay paso, que va desde los 11.000 a los 10.300 años antes del presente”, recapitula Suárez.
“Lo que estamos viendo es que el panorama del poblamiento temprano de Uruguay se complejiza cada vez más, porque aparecen nuevos grupos, nuevos actores que están interactuando y utilizando el ambiente”, agrega.
“Probablemente estos grupos en algún momento coexistieron. Lo que tenemos que hacer es identificar a estos grupos en el contexto estratigráfico, hacer excavaciones y poder dar con estos sitios arqueológicos donde se puedan encontrar estas puntas y las podamos datar. Ese es el paso que nos queda, y pensamos lograrlo investigando sitios en cuevas y aleros rocosos recientemente descubiertos”, dice el investigador. Y, entonces, uno está seguro de que en la casa de antigüedades seguirán apareciendo cosas nuevas.
La importancia de estudiar las puntas
“¿Por qué son importantes las puntas y por qué ponemos tanto énfasis en ellas? Porque las puntas son marcadores cronológicos y marcadores étnicos, marcadores de identidad del grupo. Las puntas hacen la pertenencia al grupo. Los grupos fabrican las puntas que su cultura les impone, las personas no tienen el poder de hacer otros diseños. El grupo social impone a las personas el diseño de las puntas”, explica Suárez.
“Si uno encuentra una punta cola de pescado, ya sea en contexto arqueológico o suelta en superficie, sabe que la hizo alguien hace entre 12.900 y 12.200 años, está acotada a ese período, no hay otra alternativa. Las distintas puntas nos marcan la presencia de distintos grupos en momentos cronológicos determinados”, agrega.
El trabajo también es valioso porque hace un llamado a los investigadores americanos a prestarle atención a la acanaladura en las puntas triangulares apedunculadas, algo en lo que Suárez y Melián repararon debido a la abundancia de puntas cola de pescado en Uruguay, pero que puede haberse pasado por alto en otras regiones. “De cierta manera, les decimos a los colegas del continente que hay que empezar a prestarle atención a este rasgo tecnológico para identificarlo en otras puntas triangulares acanaladas”.