La OMC: la crisis económica en el campo de batalla del belicismo comercial
La solución de diferencias se ha convertido en la actividad principal de la dinámica cotidiana de la Organización Mundial de Comercio (OMC), en medio del apogeo de la guerra comercial y una persistente crisis capitalista que condena al desempleo y la precariedad al 80% de la población mundial en beneficio del 1% más rico del planeta.
Pero está claro que la agenda de la OMC, órgano rector del comercio internacional, no es solo comercial y, al igual que los Tratados de Libre Comercio (TLC) que nos imponen, no contempla solo cuestiones de aranceles (impuesto a importacions de otros países), sino que abarca el derecho a la propiedad intelectual, servicios, inversiones, compras de los Estados e incorpora la negociación a este espacio de negociación de la posguerra mundial en temas comerciales.
Todo es competencia, comercio y rentabilidad, la guerra comercial está en su apogeo, en esta “enésima crisis capitalista”. Estas vicisitudes del capitalismo no son nada nuevo, aunque esta vez la disputa es de pesos pesados de la economía mundial, y las consecuencias son al menos preocupantes.
Ésta es la dinámica de la OMC:
–“En la reunión del Órgano de Solución de Diferencias (OSD) celebrada el 15 de agosto, los Miembros de la Organización Mundial del Comercio (OMC) aceptaron la solicitud de establecimiento de un grupo especial presentada por China para examinar una medida de salvaguardia impuesta por los Estados Unidos a las importaciones de productos fotovoltaicos de silicio cristalino.
-Los Miembros también aceptaron la solicitud de establecimiento de un grupo especial presentada por el Brasil, Australia y Guatemala en relación con las medidas de ayuda de la India al sector del azúcar”
-“Se ha sometido a arbitraje en la (OMC) una solicitud presentada por Corea para que se le autorice a adoptar medidas de retorsión contra los Estados Unidos en el marco de una diferencia sobre medidas antidumping adoptadas por los Estados Unidos. La cuestión se examinó en una reunión del Órgano de Solución de Diferencias (OSD) de la OMC celebrada el 9 de agosto.”
Junto con los buenos oficios, la conciliación y la mediación, las consultas son el principal instrumento no judicial/diplomático del sistema de solución de diferencias, que permiten que las partes esclarezcan los hechos del asunto y las alegaciones del reclamante, disipando posiblemente los equívocos en cuanto a la naturaleza real de la medida en litigio.
En el concierto actual del comercio mundial, no hay un solo día en que no nos encontremos con algún comunicado de prensa, en el cual uno o más miembros de los 148 países que conforman la OMC denuncie las dificultades en el logro de consensos superadores del actual estancamiento.
O no haya solicitado la celebración de consultas, en el marco del sistema de solución de diferencias de la OMC en relación con los derechos de salvaguardia impuestos por los Estados Unidos a las importaciones de productos.
Las amenazas de la globalización
Es indudable que el horizonte del tiempo atrae, pero también amenaza. Sólo donde hay una amenaza futura, surge la aspiración al poder; pues éste ha de asegurar el futuro. Puesto que en definitiva se trata de poner en jaque el ilimitado futuro, las guerras comerciales (eufemismo del control de materias primas) continúan con más voracidad que nunca.
Pero, las guerras comerciales, más tarde o más temprano conducen al choque entre naciones o entre grupos de naciones -no es algo nuevo-, al punto que a veces deriva en conflicto bélico.
La amnesia de algunos no nos debe hacer olvidar a todos, que, en nuestro continente, sucedió un episodio que aún hoy arrastramos, muchas veces reflejado en el ámbito de la dialéctica y la retórica de algunos dirigentes andinos.
La historia nos recuerda que, en los orígenes de la Guerra del Pacífico en 1879 entre Chile, Bolivia y Perú, se originó un conflicto laboral de obreros chilenos que trabajaban en las salitreras bolivianos sobre la Costa del Pacífico.
El interés estratégico chileno se proyectaba en la expansión de su frontera norte precisamente en el área de las salitreras, fuente valiosa y primitiva de abono orgánico para sus yermas tierras andinas. El resultado fue que Bolivia perdió su salida al mar y Perú, la provincia de Arica.
Cien años después, las guerras comerciales continúan.
La disponibilidad de fuentes energéticas es determinante para el crecimiento y el desarrollo del capitalismo. Las guerras desatadas sobre los territorios de Afganistán e Irak tienen un alto componente geopolítico que es la disponibilidad del petróleo en cantidad y calidad para las potencias hegemónicas del norte.
No debemos olvidar que Asia Central dispone del 64% de las reservas mundiales del crudo. Mientras tanto Irán y Venezuela esperan su turno en la amenaza y la complicidad del cipayismo interno.
Tampoco deberíamos olvidar que nuestro continente posee una de las reservas naturales de agua dulce más importante para el futuro de la humanidad.
No está claro hacia donde encamina su rumbo el sistema de comercio internacional, pero deberíamos estar muy atentos, ya que detrás de estas negociaciones, detrás de estas guerras, se ocultan los verdaderos intereses de las multinacionales, depredadores sin alma de las materias primas y fuentes energéticas de los países pobres y dependientes.
La otra visión de la crisis
Hoy, el comercio abarca todos los temas que están en la OMC desde su nacimiento, por ejemplo, el derecho de propiedad intelectual, servicios, inversiones, compras de los Estados. Incluye además distintos tipos de temas como la incorporación de la agricultura que no estaba en el espacio de negociación de la posguerra en temas comerciales.
Está claro que la crisis económica-comercial, son fenómenos inevitables por cuanto su causa principal radica en la propia esencia del régimen capitalista y ellas mismas son una manifestación de las contradicciones del sistema, lo que definió Karl Marx como su contradicción económica fundamental, la contradicción entre el carácter social de la producción y el carácter privado de la apropiación capitalista.
Es decir, las contradicciones inherentes al modo capitalista de producción provocan la aparición tarde o temprano de un cumulo de crisis, económicas o comerciales que actúan como una forma de ajuste violento de los desequilibrios existentes, y constituyen un mecanismo de autorregulación del sistema que convierte a las crisis como algo inevitable.
Durante muchos años, los teóricos defensores del sistema capitalista -en los cuales están inmersos la mayoría de los intelectuales de estas organizaciones- se empeñaron en ignorar el carácter inevitable de las crisis. Pero la realidad no se puede ocultar eternamente y se impone, a tal punto que ya todos reconocen el “carácter cíclico” (cada vez más frecuente) de la economía capitalista.
Sin embargo, son muy pocos los que reconocen que las crisis son una enfermedad crónica del capitalismo y que, por lo tanto, su desaparición sólo es posible con la desaparición de este sistema.
La teoría económica de Marx aporta dos conclusiones fundamentales en relación a las crisis económicas: en primer lugar, que éstas surgen del mismo desarrollo del capitalismo, como una solución a las desproporciones que inevitablemente se reproducen como consecuencia del patrón de acumulación del sistema y, por lo tanto, son inevitables.
En segundo lugar y derivado de lo antedicho, mientras exista el capitalismo, existirán las crisis económicas, sin importar las medidas que tomen los organismos internacionales o los gobiernos para tratar de evitarlas. Por lo tanto, estas sólo desaparecerán cuando el capitalismo no exista.
Asistimos al vergonzoso espectáculo del capitalismo neoliberal; y no se puede limitar hoy simplemente a la crisis del multilateralismo, es algo que viene de larga data. En los últimos años, como consecuencia de estas políticas y de esta orientación neoliberal, hemos visto emerger algunos fenómenos nefastos relacionados con la globalización, al promover políticas de liberalización y libre comercio para defender las finanzas, la propiedad y las inversiones, en desmedro de los derechos de los seres humanos.
Sin embargo, la crisis capitalista emerge en toda su dimensión, cuando los centros financieros, sus bolsas de valores suben o bajan en el gran casino planetario de las finanzas, cuando el engranaje del comercio mundial se engripa en sus propias contradicciones.
Pero matar de hambre a más de 900 millones de habitantes, condenar al desempleo y la precariedad al 80% del planeta, dejar sin agua al 45% de la población mundial, derretir los polos, negar auxilio a los niños y migrantes en las fronteras o costas del Mediterráneo, acabar con los árboles, o destruir la selva amazónica, ya no es suficientemente rentable para 200 o 300 empresas multinacionales.
La ignominia del «éxito» capitalista queda manifestada en un puñado de 26 multimillonarios, el 1% más rico de la población mundial, que se repartió el 82% de la riqueza mundial generada durante 2018, mientras el 50% más pobre –3.700 millones de personas– no se benefició en lo más mínimo. La economía mundial transcurre en el campo de batalla de la globalización capitalista, con más factores de incertidumbre, o al menos más relevantes, que los que había al empezar el año.
Desde la Unión Europea, desde el Fondo Monetario Internacional, desde los centros financieros, los expertos en economía advierten de que está en ciernes una nueva crisis económica. Lo único que no parecen saber aún los expertos es el alcance de la nueva crisis.
Por su parte la OMC, según el Barómetro sobre el Comercio de Mercancías, publicado el 15 de agosto, señala que el crecimiento de los volúmenes del comercio mundial de mercancías permanecerá “débil” en el tercer trimestre de 2019. Mientras tanto, el “pirómano proteccionista” de la Casa Blanca en una nueva ocurrencia tuitera amenaza una vez más con irse de la OMC… o comprar Groenlandia.
*Analista uruguayo acreditado en ONU-Ginebra, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)