Naomi versus Naomi

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Noami versus Naomi, O, mejor aún, Klein versus Wolf. Si Naomi es Klein, lo está haciendo muy bien. Si Naomi es Wolf, la cosa es diferente. La historia no es nueva y  muestra una vez más cómo ese yo cuidadosamente construido se puede deshacer en un instante, especialmente  cuando se nos confunde crónicamente con otra persona o cuando alguien usurpa nuestra identidad y dice o hace cosas opuestas a las que uno ha venido haciendo. La figura del doble a menudo se ha presentado como un reflejo o proyección que rompe con su original y cobra vida propia y peligrosa.

En la película muda alemana de 1913, “El Estudiante de Praga”, inspirada en el cuento “La sombra” de Hans Christian Andersen de 1847, un pobre estudiante vende su propio reflejo al diablo para ascender en las clases sociales y conseguir el amor de la condesa sólo para ver que su reflejo adquiere vida independiente y que sus acciones empiezan a perturbar su vida y, antes que lo destruya, termina matando a su doble solo para descubrir que al hacerlo también se ha matado a sí mismo.

Si recordamos, la misma suerte corre el protagonista de la novela de Oscar Wilde, “El Retrato de Dorian Gray”, que cuenta la historia de un hombre vanidoso que, después de hacerse retratar, hace un trato demoníaco para permanecer joven y hermoso para siempre. Mientras Gray mantiene su juventud y vida licenciosa, el rostro del cuadro se vuelve más viejo y feo, una especie de doble virtual.Opinion: Welcome to the mirror world, where nothing is as it seems - The Globe and Mail

Cuando Gray intenta destruir a su espantoso doble, él es quien termina arrugado y sin vida en el suelo. En todas las fantasías literarias o cinematográficas como éstas, el doble, a través de pura energía y tenacidad, logra desvanecer al original o algo peor… ¿Es ésto lo que le esta ocurriendo a Naomi?

Algo así, pero menos fantástico, aunque no menos perturbador. Por bastante tiempo, cuenta Naomi, “la gente me ha confundido con Naomi Wolf, algo que puede ocurrir a veces. Pero, con el paso de los años, empezó a quedar claro que no estábamos siendo solo confundidas sino fusionadas, tratadas como una Naomi intercambiable”.

Inquietantemente, los límites entre el tu y el yo empezaron a desgastarse, volviéndose bien delgados, incluso diáfanos. Lo que no deja de ser preocupante. En la película “El Doble” del 2013, la identidad de Simón, un burócrata común y corriente, es robada  y su vida destruida por un doble extravagante y sin escrúpulos. Cerca del final de la película, con el rostro ensangrentado por la batalla, Simón mira a la cámara y dice… “Me gustaría pensar que soy único”… ¿No nos gusta a todos pensar eso?

En una época en que todos repetimos a partir de las mismas fuentes y usamos las mismas herramientas no es de extrañar que el deseo de singularidad sea el indicio de que todavía somos realmente nosotros.

La primera vez que sucedió, cuenta Klein, fue en el cubículo de un baño público en Manhattan durante Occupy Wall Street. Cuando estaba a punto de abrir la puerta  escuche a dos mujeres hablando de mí… “¿viste lo que dijo Naomi Klein?  Algo sobre como la marcha de hoy es una mala idea. ¿Y quién le preguntó? respondió la otra. No creo que ella entienda nuestras demandas”. When Naomi Klein Realized People Regularly Confused Her With Naomi Wolf, She Went Down a Rabbit Hole | Vanity FairAlgo que nunca he dicho sobre la marcha ni sobre las demandas.

Y es ahí cuando me di cuenta. Sabía quien lo había dicho. Caminé casualmente hacia ellas y dije algo que repetiría demasiadas veces en los meses y años venideros… “Creo que ustedes están hablando de Naomi Wolf”.

No es extraño, dice Klein, que algunas de sus compañeras de marcha confundan sus Noemis. Ambas escribimos libros con grandes ideas. Los míos “No Logo”, “Doctrina del Shock”, “Esto lo Cambia Todo”. Ella “El Mito de la Belleza”, “El Fin de América”, “Vagina”. Ambas somos judías, pero de líneas literarias distintas.

Las mías son los ataques corporativos a la democracia y el cambio climático. Los de ella son los cuerpos, la sexualidad y el liderazgo de las mujeres. Y ambas participábamos en protestas. Pero, para el tiempo de Occupy Wall Street, la línea divisoria había empezado a tambalearse y parte de lo que ella decía empezaba a afectarme y, mucho peor, más tarde algunos empezaron a  acreditarme  sus teorías conspiratorias.

Una persona que tiene un doble, dice Freud, puede identificarse con otra y, por tanto, volverse insegura de su verdadero yo. Mi doble, escribe Naomi Klein, es una persona que ha pasado por una transformación política y personal tan dramática que muchos han comentado que parece una doble de lo que era antes. Lo cual me convierte, dice Klein, en un doble de un doble. En los 1990’s Wolf era la abanderada del feminismo. Es difícil creer que todo lo que hoy ella dice provenga de la autora que una vez escribió “El Mito de la Belleza”.

Las conspiraciones siempre han surgido en tiempos de crisis, pero nunca antes habían sido una industria en auge por derecho propio y la Covid fue una conspiración capitalizable, no una enfermedad altamente infecciosa, sino una exageración promovida por las compañas farmacéuticas con fines de lucro en confabulación con el Estado que quiere convertirnos en esclavos. Y Wolf ha sido parte activa de esas conspiraciones junto con el estratega político del populismo internacional ultra derechista, Steve Bannon.

Tal es así que emitió una disculpa a los conservadores, republicanos y MAGA por haber creído los relatos de los demócratas y los medios sobre el asalto al Capitolio del 6 de enero e, incluso, decidió reevaluar su baja opinión de Trump porque “me han mentido tanto sobre él durante tanto tiempo”. En tiempos peligrosos como éstos, cuando los líderes políticos fracasan miserablemente, no es extraño que la gente recurra a narrativas conspirativas que mezclan alguna verdad con mentiras que complica la línea entre las afirmaciones de conspiración sin fundamento y la investigación confiable.

Desde la crisis mundial sanitaria de la Covid-19, dice Klein, hemos visto a través del mundo ejemplos reales de corporaciones que lucran con el virus y  líderes políticos que privatizan servicios vitales al amparo de la emergencia, mientras gastan billones para rescatar multinacionales y despedir trabajadores en masa. No es sorprendente, dada esta situación, que los multimillonarios aumenten sus riquezas y alimenten la crisis del costo de la vida. Suficiente para justificar una revolución democrática.

En el torrente de hechos inconexos que componen nuestros medios de comunicación, el papel del investigador y el analista es tratar de crear algún sentido, algún orden de los acontecimientos. Y, con frecuencia,  cuando éstos  analizan los sistemas subyacentes que construyeron y mantiene el poder en nuestro mundo es común que sean descartados como teóricos de la conspiración. Una táctica que marginaliza ideas incómodas para quienes se sienten atacados por análisis anticorporativos o anticapitalistas.

Todo analista serio del poder se ha enfrentado a estos ataques, desde Marx en adelante. Recientemente, en sus esfuerzos por contrarrestar la desinformación sobre la Covid, muchas instituciones gubernamentales recurrieron a esta táctica. La Comisión Europea, por ejemplo, publicó una guía que definía la teoría de la conspiración como “la creencia de que ciertos eventos o situaciones son manipulados secretamente detrás de la escena por fuerzas poderosas con intenciones negativas”.

Cierto, pero esta es la cosa: muchos acontecimientos y situaciones, como las crisis financieras, la escasez de energía o las guerras son de hecho manipulados entre bastidores por fuerzas poderosas y sus efectos son intensamente negativos. Los gobiernos y los sectores empresariales se involucran en conspiraciones como algo natural.

Sin lugar a dudas hubo una conspiración de la CIA a principios de los ’70 para derrocar al presidente de Chile, Salvador Allende, después de que nacionalizara las minas de cobre, al igual que en 1953 junto con Inglaterra derrocaron al primer ministro de Irán después de que éste tomara medidas para nacionalizar la compañía petrolera.

Y creer esto no nos convierte en teóricos de la conspiración. Por el contrario, nos transforma en observadores serios de la política y la historia. Si hay una característica que define a la izquierda es justamente ésta: proporcionar un análisis estructural de la riqueza y el poder que aporte orden y rigor a la sospecha de que la sociedad está equipada contra la mayoría y que detrás de la retórica democrática trivial se esconden verdades importantes.

Sin una comprensión de cómo funcionan las estructuras capitalistas siempre habrá muchos que imaginarán que hay una camarilla de individuos nefastos moviendo los hilos. Para el individualismo liberal el poder reside en individuos y grupos en lugar de estructuras. Sin un análisis del capital o de clases… terminan contando historias sobre el poder del individuo para cambiar el  mundo.

Pero las narrativas de héroes fácilmente se convierten en narrativas de villanos. Y es lo que ocurre con la cultura de la conspiración. No desafían el hiperindividualismo que está en el centro de tantas crisis, sino que culpan los males de la sociedad a individuos singularmente poderosos como George Soros, Bill Gates o el pobre Fauci.

La impunidad de las conspiraciones reales alimenta como siempre el auge de las creencias fantásticas. Según Klein es importante aclarar la confusión, porque las ideas son herramientas de transformación personal y colectiva. Me preocupa, dice, cuando las exageraciones, When Naomi Klein Realized People Regularly Confused Her With Naomi Wolf, She Went Down a Rabbit Hole | Vanity Fairespeculaciones y afirmaciones infundadas de Wolf se combinan con la Doctrina del Shock, no porque sea una marca que necesita protección, sino porque es un marco que ha dado a la gente cierto lenguaje para protegerse contra la especulación y los ataques a la democracia durante períodos de emergencia tan confusos.

Cuando ese concepto es destrozado por la asociación con teorías de conspiración desquiciadas sobre camarillas globales, se vuelve más difícil que cumpla ese propósito. Todo se mezcla y vuelve absurdo.

Últimamente, dice Klein, la confusión con la otra Naomi se ha calmado. Un alivio sin duda… “a pesar de sus momentos de innegable implicación en mí misma, al final me ha ayudado a lograr cierta libertad de la tiranía de mi propio yo. Lo que comenzó como una forma de autodefensa se convirtió poco a poco en una forma de auto liberación”.

 

* Profesores de Filosofía chilenos graduados en la Universidad de Chile. Residen en Ottawa, Canadá, desde 1975. Nieves estuvo 12 meses presa en uno de los campos de concentración durante la dictadura de Augusto Pinochet. Han publicado seis libros de ensayos y poesía. Colaboran con surysur.net y el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

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